Ir a casa de la suegra
Posted by antenamisionera en febrero 5, 2009
Por Bernardo Baldeón
(Domingo 5ª TO, 8 de Febrero de 2009)
Siempre hay excepciones. Pero eso de tener que ir a casa de la suegra, para muchos es un “castigo”, o una cesión necesaria para mantener las buenas relaciones en la pareja.
Con frecuencia hemos establecido un paralelo entre las sinagogas donde los judíos se reúnen los sábados, con los templos cristianos donde nos reunimos los domingos.
El evangelio de la Eucaristía de hoy –continuación del leído el domingo pasado- parece establecer una relación entre nuestros templos cristianos y la “casa de la suegra” de Simón Pedro.
Sigue siendo sábado. A la mañana Jesús ha ido a la sinagoga y ha dejado a todos admirados porque “hablaba con autoridad”.
Terminado el servicio religioso cada uno regresa a su casa a comer. La ley del descanso del sábado marcaba cuántos metros podía caminar en ese día una persona. Así que después de comer una buena siesta y a descansar hasta la puesta del sol, cuando para los judíos comenzaba un nuevo día.
Jesús va a casa de la suegra de Simón. Está enferma. Igual que en la sinagoga había curado a un enfermo, cura a la suegra. Luego come y se toma su tiempo de descanso.
Con la puesta del sol, la gente sale de sus casas y va a donde está Jesús. Allí se sienten con mayor libertad y confianza que en el frío ambiente de la sinagoga. Se amontonan en torno a la casa.
Jesús no para de curar enfermos y devolver la libertad a quienes eran esclavos de lo que consideraban una “posesión” del maligno.
En la “casa de la suegra”, nadie tiene que guardar las formalidades impuestas por la ley. Todos se sienten en su casa. A todos llega la buena noticia de la liberación.
La mayoría de nuestros templos, se parecen a las sinagogas. Las normas de comportamiento son estrictas. Sólo quienes dirigen pueden hablar. Quienes acuden a celebrar su fe, deben callar, escuchar y obedecer lo que se les dice. No hay lugar para el “barullo” que se organizó en la casa de la suegra de Simón.
Si vas a un templo un domingo, será raro que no encuentres bancos vacíos donde sentarte. Desgraciadamente la mayoría saldrán con la sensación de haber cumplido un precepto. Pero sin que les haya llegado alguna buena noticia que les ayude a orientar su vida.
Por eso nuestros templos deberían dejar el estilo de la sinagoga y asumir el de la casa donde la gente se amontaba en torno a Jesús.
¿Qué tipo de templo, de Iglesia?
No quiero inventarme, ni imaginar la respuesta. Por eso, me remito al libro oficial de la Iglesia Católica para la celebración de la Eucaristía: el Misal Romano.
En las cuatro versiones de la Plegaria Eucarística V se plantea en forma de oración cómo debería ser nuestra Iglesia. No estaría de más releerlas este domingo.
La versión primera (V/a) dice: “Fortalécenos con este mismo Espíritu a todos los que hemos sido invitados a tu mesa. para que todos nosotros, pueblo de Dios, con nuestros pastores, el Papa, nuestro Obispo, los presbíteros y los diáconos, caminemos alegres en la esperanza y firmes en la fe, y comuniquemos al mundo el gozo del Evangelio”.
En la segunda versión (V/b) leemos: “Danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana, inspíranos el gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado, ayúdanos a mostrarnos disponibles ante quien se siente explotado y deprimido. Que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando”.
La tercera (V/c) reza así: “Que todos los miembros de la Iglesia sepamos discernir los signos de los tiempos y crezcamos en la fidelidad al Evangelio; que nos preocupemos de compartir en la caridad las angustias y tristezas, las alegrías y esperanzas de los hombres, y así les mostremos el camino de la salvación”.
De la cuarta versión (V/d) vale la pena leer el prefacio, y en la intercesión por la Iglesia dice: “Haz que nuestra Iglesia de N. se renueve constantemente a la luz del Evangelio y encuentre siempre nuevos impulsos de vida; consolida los vínculos de unidad entre los laicos y los pastores de tu Iglesia; entre nuestro Obispo y sus presbíteros y diáconos, entre todos los Obispos y el Papa; que la Iglesia sea, en medio de nuestro mundo, dividido por las guerras y discordias, instrumento de unidad, de concordia y de paz”.
Casa y oración
Son cuatro oraciones “oficiales” que la Iglesia hace por sí misma. Si queremos que se hagan realidad quizás tendríamos que hacer dos cosas.
Tomar la casa de la suegra de Simón como modelo de nuestros templos, donde las personas se sientan a gusto, sientan que sus necesidades son escuchadas y experimenten la buena noticia de la liberación que trae en Reino,
Que quienes tenemos alguna responsabilidad dentro de la comunidad, dediquemos un tiempo a orar, a encontrarnos con el Dios manifestado en Jesús, y desde ahí revisemos a fondo toda nuestra acción pastoral.
BEATRIZ said
Qué razón tienes, Bernardo. A menudo las iglesiaas parecen un sitio ajeno y frío en el que un señor «allá arriba» va a convertir la homilia en bronca. Hace falta más calor, más acogida y más alegría en los templos. Que se anuncien «buenas nuevas» en vez de apocalipsis.
Esteban said
Si las misas se parecieran a la «casa de la suegra» capaz que iría a misa los domingos… hasta iría a casa de mi suegra con mejor carácter…