El laicado y los religiosos frente a la misión “ad gentes”
Posted by antenamisionera en abril 14, 2009
Por María Luisa Rodríguez y Alfredo Torres
Laicos Misioneros de la Consolata
Normalmente cuando hablamos de “laico” en la Iglesia nos referimos a aquel que no pertenece al estamento clerical (diácono, sacerdote u obispo). Esa opisición laico-clérigo ha llevado a no dar la laico la importancia que tiene dentro de la Iglesia, y como consecuencia, dentro de la misión.
El término laico deriva de” laos”, pueblo. Éste término fue utilizado por Tertuliano, que lo emplea para designar al cristiano que no pertenece al clero. sin embargo, el Nuevo Testamento nos presenta el nuevo pueblo de Dios, el laos, como el pueblo consagrado por la unción del Espíritu Santo y es esta segunda acepción la que nos interesa, la que nos empapa de una realidad mayor, la que nos impulsa a los laicos a tomar parte en la construcción de la realidad histórica de la que participamos.
El laicado está pidiendo, cada vez con más fuerza, el reconocimiento de su espacio propio dentro de la misión de la Iglesia, trabajando codo a codo con los demás estamentos eclesiales. La participación de todos los estilos de vida permitirá a la Iglesia mostrar, a través de su acción misionera, un rostro más completo de Dios.
Como dice Eloy Bueno, “cuando hablamos del bautismo como fundamento de la participación del laico en la misión de la Iglesia, estamos refiriéndonos a una comprensión del bautismo en su más radical significado en la lógica de la historia de la salvación. Hemos de entender el bautismo como un acontecimiento que estructura la historia de la salvación y que prolonga la historia de la alianza”. Por tanto, que nos sitúa en un papel activo y de enorme responsabilidad, puesto que somos continuadores de la Historia de la Salvación. Los orígenes de la Iglesia, y las tres primeras fases de evangelización se deben a la labor del laicado. Hoy especialmente, es central que retomemos el protagonismo de la construcción del Pueblo de Dios, caminando en comunión eclesial, junto a religiosos, religiosas y sacerdotes, desde la riqueza y diversidad de carismas, y la común distribución de las responsabilidades.
Pero el movimiento personal que lleva al laico a hacer de su vida historia de salvación, no nace de una convicción teórica, sino de la experiencia íntima de Dios. Nace cuando se saborea el amor apasionado que te llena, que te colma, que se derrama a borbotones. Nace, cuando en Su presencia abandonas las palabras, porque no hay palabra que pueda contener a Dios. Afirma Julio Lois: “el Dios verdadero no es algo que podamos asir o contemplar o tematizar; la verdadera trascendencia nos coloca más allá de las categorías del ser; Yahvé no está ni entre los entes, ni entre los existires, ni en el ser unívoco, ni en el ser análogo, sino en el implacable imperativo moral de justicia”. Cuando empiezas a intuir que Cristo está sufriendo en el que sufre, experimentas que se trastocan tus prioridades, y tu oración se llena de gente, de campos, de luchas… Experimentar al verdadero Dios equivale a sentir la interpelación del pobre y el oprimido. Y equivale, en consecuencia, a saberse llamado a combatir la injusticia que empobrece y excluye. No se puede experimentar a Dios sin sentir la urgencia de comprometerse a favor de la justicia.
Actualmente son muchos los laicos que nos sentimos identificados con carismas de institutos religiosos, o congregaciones, que percibimos que éstos son los medios más adecuados a nuestra sensibilidad para construir Reino; y al mismo tiempo tenemos muy clara nuestra vocación seglar. Esta mezcla de situaciones provoca la aparición de ramas laicales dentro de organizaciones de vida religiosa, que dan respuesta viva al latir de la realidad. La historia de la vida religiosa está llena de coraje y creatividad profética, que a lo largo de los tiempos fue dando origen a formas siempre nuevas de vida consagrada. Y en estos momentos, a nuevas categorías de consagración, ya que a pesar de no pronunciar votos, muchos laicos consagran su vida al servicio de la lucha por la Justicia.
Esta nueva realidad conlleva un proceso espiritual, personal, ideológico, de vida… Obliga a generar nuevos cauces, nuevas relaciones, diferentes modos de gestionar el poder y los procesos de tomas de decisiones. Adelino Torres afirma que “pasar de la exclusión de los laicos en el carisma de religiosos a su inclusión implica un regreso al estado inicial del carisma. No se trata de cambiar el carisma, sino de volver a su fuente. Este paso de la exclusión a la inclusión de los laicos en el carisma pide cambio de mentalidad, de los hábitos y estilos de vida adquiridos y revisión de los caminos de espiritualidad asumidos. Se trata de una partida de dones, de oferta mutua de espacios: los religiosos ofrecen la espiritualidad, las obras, la finalidad apostólica; los laicos: organismos, asociaciones, profesionalismo, etc.”. Se trata de un proceso que nos debe abrir al Espíritu, que ha de guiarnos en este caminar nuevos senderos; abrirnos a la exigencia y a la riqueza que oferta la diversidad; abrazar el cambio, conservando lo fundamental; abrirnos al encuentro con la persona, deshaciendo las rejas institucionales que nos permiten tocar las manos, pero no estrecharnos.
Una reja a arrancar es la relación vertical que se ha dado, y se da, en la Iglesia. El laicado ha sido considerado durante siglos como un “menor” al servicio del clero. Una de las principales causas estructurales de esta desigualdad en la Iglesia ha sido, y sigue siendo, la formación que reciben los laicos y los clérigos. Los laicos adolecen, en general, de titulaciones teológicas, pero, por el contrario, están muy formados en ámbitos y realidades extraeclesiales. Una valorización de todas estas capacidades permitiría un diálogo real, es decir horizontal, tendente a la construcción de la verdad común, un caminar de la mano, el mirarnos a los ojos.
Los laicos, además aportan, la concreción del Dios Trino, del Dios-Familia. Ofrecen a la vida religiosa el calor, el abrazo, la familia. Posibilitan nuevas formas de comunidad humanizantes y reflejo del Dios-Amor, Padre y Madre, que abraza y que levanta. Y algo central, desde esta nueva comunidad, refuerzan sus palabras haciendo transparentar en su vida la Palabra. La relación que ahora se propone es simétrica: ella comprende tanto la vocación religiosa como la laical, a partir de la comunión eclesial, y la define por lo positivo, destacando más la distinción que la diferencia. Se pasa de la esfera de la dependencia al ámbito de la comunión.
Nos gustaría terminar con una reflexión de Santa Teresa de Lisieux que nos imbuye en la dinámica de la Historia de la Salvación, de la Lucha por la Justicia, en la lucha por la concreción del Reino, sin reparar en nuestros perfiles, sino en nuestro cimiento común, que más allá de accidentes históricos es el motor, la causa y el fin: Un sabio decía: “Dadme una palanca, un punto de apoyo, y levantaré el mundo.” Lo que Arquímedes no pudo lograr, porque su petición no se dirigía a Dios, y porque la hacía únicamente desde un punto de vista material, los santos lo lograron en toda su plenitud. El Todopoderoso les dio un punto de apoyo: él mismo, él solo. Y una palanca: la oración, que abrasa con fuego de amor. Y así levantaron el mundo. Y así lo levantan los santos que aún militan en la tierra. Y así lo levantarán también hasta el fin del mundo los santos que vendrán.
Luis said
Laido: me gustó. Sobre todo cuando dicen: Los laicos adolecen, en general, de titulaciones teológicas, pero, por el contrario, están muy formados en ámbitos y realidades extraeclesiales. Una valorización de todas estas capacidades permitiría un diálogo real, es decir horizontal, tendente a la construcción de la verdad común, un caminar de la mano, el mirarnos a los ojos.
Jose Alfonso said
María Luisa y Alfredo: Los felicito por ser tan sencibles en su misión evangelizadora y sobre todo explicar tan objetiva y certeramente el papel a que estamos convocados todos los Bautisados. Realmente nuestra Iglesía es tan rica que nos falta mucho por hacer de nuestro trabajo atento a nuestros hermanos. En lo presonal he tenido pocas experiencias por no querer entender, o a lo mejor por miedo, respecto a mi compromiso con Nuestro Dios. Sin embargo, considero que el hoy es la oportunidad que nos dá Nuestro Dios para que rectifiquemos y lo reconozcamos como tal en nuestras vidas. Asi que tengo un ploblema, donde empezar. Por lo pronto mi inquietud me llevo a un estudio de Teología para laicos que imparte nuestra Diosecís. Pero mientras mas profundizo mas quiero un hacer Yá. Les agradecería infinitamente, en su experiencia, mostrarán una orientación que nos sirviera de arranque para nuestro trabajo dentro de nuestra iglesía. Y los felicito por su trabajo, su artículo tan motivador y por la transparencia en su obra y corazón. Que Dios los bendiga siempre! Saludos