(Domingo 2º de Pascua, 19 de Abril de 2009)
Por Bernardo Baldeón
Te imaginas que Jesús, después de su resurrección, se hubiera aparecido paseando por las calles y plazas de Jerusalén.¡Menudo alboroto se habría armado!
Y Él, con la serenidad de siempre, podría haber dicho a tanta gente que había sido testigo de su muerte en cruz: “Vosotros me condenasteis, me matasteis en la cruz. Pero el Padre Dios me ha resucitado de la muerte para que creáis que yo soy el Mesías que habéis estado esperando durante tantos siglos”. La historia de cristianismo hubiera sido distinta.