Domingo de Ramos: Personajes en torno al burrito
Posted by antenamisionera en marzo 23, 2010
La identidad profunda de cada uno se desvela en lo ordinario, se constituye en el hacer las cosas que se deben hacer. Pero haciéndolas de determinado modo. Porque no importa lo que haces, sino cómo lo haces. Puedes ser senador, diputado o ama de casa, profesor universitario o labrador; no importa lo que haces, sino cómo lo haces, con cuánta verdad y pasión, con cuánta intensidad y convicción, con cuánto amor realizas las cosas de costumbre. Puede ser que esto no salve al mundo, pero lo mejorará; y el mundo pertenece a quien lo hace mejor, a quien lo deja, todas las noches, un poco más bueno y más bello de lo que lo había encontrado.
En el Evangelio hay personajes que no tienen nombre, personajes en penumbra que aparecen un instante y después desaparecen enseguida en el anonimato de lo cotidiano.
Son, por ejemplo, los que ponen a disposición el borriquillo del que se servirá Jesús (Mc 11,2); los que, por el camino, se fían de los dos discípulos que desatan al animal (Mc 11, 6); la familia que estaba detrás de la puerta ante la cual se encontraba atado el asno (Mc 11, 4), y que representan a todos los humildes servidores del Reino que viven experiencias ordinarias, sencillas –casa y trabajo- , que no hacen nada sublime, sino simplemente lo que es justo. Lo hacen con generosidad: “Está bien, lleváoslo”; lo hacen con el corazón en la mano –como se decía antiguamente-, están en la parte de la confianza y no del miedo, sin darse importancia.
¡Cuánta gente de ésta vive todavía en nuestra ciudad, tal vez en este edificio y hasta en mi propia casa! Y la Iglesia camina, el Reino avanza sobre los asnillos de esas personas; no entre el humo de los inciensos ni en las grandes reuniones multitudinarias, sino a hombros de tanta santidad invisible, de tantos que tal vez son inconscientes de ser buenos. Precisamente a éstos es a los que el Señor necesita. ¡Qué hermosa es esta palabra: “el Señor lo necesita”!
Me necesita a mí, lo poco que tengo, mi asno, las horas que paso haciendo bien lo que tengo que hacer, mis gestos humildes, mi confianza. Y un corazón generoso. Y que le deje actuar, y que pueda contar conmigo.
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