Domingo 32 T.O. – 6 de Noviembre de 2011
Nos bombardean con publicidad de cremas, productos, tratamientos estéticos para ocultar los signos del envejecimiento. Una de las peores cosas parece que es hacerse viejo, y, al menos, hay que maquillarlo.
Contra lo que piensa nuestra sociedad, envejecer no es una desgracia. Nuestra vida tiene su ritmo y no lo podemos alterar. La verdadera sabiduría consiste en saber aceptarlo sin amargura ni enojos inútiles, tal como Dios lo ha querido para cada uno de nosotros.