La noticia está en todos los medios de comunicación. El Cuerno de África atraviesa una terrible hambruna. Las imágenes que nos ofrece la televisión son terribles. Miles de niños mueren de hambre. Los vemos esqueléticos, con los ojos hundidos, sin apenas aliento, o bien con sus vientres hinchados porque están llenos de parásitos. Las madres desesperadas sólo pueden abrazar a sus hijos hasta que la muerte los arranque de su lado. La noticia no es nueva. Sólo que ahora es peor.
Se nos dice que la ayuda humanitaria no puede llegar con facilidad porque hay enfrentamientos entre grupos armados… Esto da que pensar sobre la miseria y la locura humana. Pero en medio de este infierno se ven también rasgos de grandeza y dignidad. Una madre acababa de dar a luz a un niño, en medio del hambre. Pero tuvieron que llevársela pues padecía cólera. Otra mujer se hizo cargo del recién nacido. Cuando la periodista estaba hablando con ella, ésta le dijo: «no tengo nada que darle, seguramente morirá. Pero le puedo dar mi amor». ¿Cómo pueden convivir estas dos realidades humanas en este mundo?