Sabina perdió a su marido hace casi un año. Desde entonces, aparte de la pérdida del cónyuge y toda la carga emocional que eso supone, su vida no ha sido otra cosa que un verdadero infierno, por obra y gracia de su familia política.
Cuando vivía su marido, no es que ella estuviera lo que se dice entre rosas, porque el finado bien que la mortificó emocionalmente pasándose por la piedra a todo bicho viviente (femenino, claro está) que se cruzara en su camino. Vivió con entereza y con serenidad el hecho de que su marido era un crápula, consolada