La solidaridad: más cercanos y más humanos
Posted by antenamisionera en febrero 6, 2012
La Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONUde 1948 se ha convertido en un elemento legitimador de las políticas y acciones estatales e internacionales, aunque todavía en más de tres cuartas partes del mundo los derechos humanos siguen siendo violados o no reconocidos. Segúnla Encíclica Carita sin Veritate, de Benedicto XVI, n. 23, existe una vinculación estrecha entre pobreza y desigualdad y las violaciones de los derechos humanos. El Banco Mundial estimaba que en 1998 de los 5,820 millones de seres humanos del planeta, 1,214 millones vivían por debajo de la línea internacional de pobreza, establecida entonces en 32.74 dólares al mes o 1.08 dólares al día. En septiembre de 2000 se firmaron los llamados “Objetivos del Milenio”, el objetivo primero se formula así: “erradicar la pobreza extrema y el hambre”. El informe dela FAOde octubre de 2010 nos habla de una población de 6,800 millones de personas de los cuales 925 millones se encuentran mal nutridos y si se mantiene el baremo de los que viven con menos de 1 dólar al día se llegaría a 1,372 millones de seres humanos.
Thomas Pogge en su libro “La pobreza en el mundo y los derechos humanos”, p. 21, nos dice: “…la historia de los fracasos de la ayuda al desarrollo ilustra como no se puede erradicar la pobreza global ‘inyectando dinero al problema’…la mayor parte de esa ayuda no tiene como objetivo promover el desarrollo…nuestros políticos la destinan a aquellos capaces de reciprocidad”. Otros autores como los economistas William Easterly y Dambisa Moyo han denunciado las ayudas del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional, y gobiernos occidentales a los gobiernos africanos por empeorar la situación económica y política, crear dependencia, alimentar la corrupción y frenar el emprendimiento y la innovación. Estas críticas se refieren de modo particular a organismos internacionales y a los estados, pero tampoco las ayudas dirigidas a emergencias quedan completamente fuera de esta reflexión, como en el caso de la reconstrucción de Haití después del terremoto, o los proyectos de ayuda a través de las ONGs, que no analizan suficientemente las causas del subdesarrollo y la pobreza, y el impacto de sus proyectos de desarrollo.
Jesús de Nazaret es el Hombre Nuevo, solidario con la humanidad hasta la “muerte de cruz” (Flp 2,8). Jesús de Nazaret hace resplandecer ante los ojos de los hombres el nexo entre solidaridad y caridad, iluminando su significado. La misión de Jesús ha revelado una solidaridad real con los más pobres, ha luchado contra la injusticia, la hipocresía, los abusos de poder, el afán de lucro de los ricos, indiferentes a los sufrimientos de los pobres.
Jesús afirma y proclama una esencial igualdad en dignidad entre todos los seres humanos, hombres y mujeres, cualquiera que sea su etnia, nación o raza, cultura, pertenencia política o condición social y manifiesta una concepción del hombre entendido como un ser social. De esta fundamental igualdad entre todas las personas humanas y de su esencial sociabilidad nace la exigencia de que las relaciones humanas se establezcan según los criterios de la justicia, vivificada por el amor, y expresada en una solidaridad humana eficaz.
La reflexión sobre las acuciantes realidades que nos presenta el mundo de hoy nos exige orientarnos siguiendo algunos criterios:
- Nos colocamos al lado de las personas en necesidad, participamos en su sufrimiento callado, a veces angustiado y fatalista, a veces esperanzador, realista y creativo. Escuchamos sus necesidades y nos ponemos a su servicio para ayudarles a levantarse, a tomar confianza en sus posibilidades, a creer en ellos mismos y ser los protagonistas de su propio desarrollo. Ellos deben marcar las prioridades, los tiempos y el ritmo de sus proyectos. El experto debe mostrar sus cualidades y sus conocimientos en la escucha, el respeto, la cercanía, la propuesta, y no en la imposición de programas de desarrollo predeterminados, marcados por confusos fines y repetidamente destinados al fracaso.
- El Papa Benedicto XVI, en la Caritasin Veritate, n. 19, nos propone la urgente necesidad de un nuevo pensamiento humanista. El desarrollo necesita un pensamiento humanista que reconozca la igualdad entre todos los hombres y establezca las bases de una convivencia cívica entre ellos. A este pensamiento humanista deben contribuir los diversos estamentos educativos de la sociedad, las ciencias, los medios de comunicación, en una labor de colaboración y diálogo. Con el objetivo de presentar a la sociedad valores solidarios y pedir un cambio de actitudes y comportamientos.
- Una atención particular hacia el principio de la gratuidad y el don (Caritas in Veritate, nn. 27, 35, 38). La realidad social se basa en tres instancias: el mercado, el estado, y la sociedad civil. A la lógica conmutativa del mercado, y a la distributiva del estado, debe sumarse la lógica de la gratuidad y de la solidaridad que surge en el ámbito de la sociedad civil. El límite inherente a toda acción humana, con sus efectos colaterales, hace imprescindible una dinámica correctiva.
- Dentro de la responsabilidad de proteger a los más débiles e indefensos la ¡reforma de la Organización de las Naciones Unidas! es una petición constante en los recientes documentos sociales de la Iglesia. Se pide que la ONU pueda disponer de la “facultad de hacer respetar sus decisiones”, ejerciendo un poder efectivo en el ámbito de la seguridad, la justicia y el respeto de los derechos (Caritas in Veritate, n. 67), respetando en todo momento la subsidiaridad (Caritas in Veritate, n. 57).
- El documento de la ComisiónEpiscopalde Pastoral Social “La Iglesiay los Pobres” (21-febrero-1999) n. 66, propone la creación de un foro internacional de carácter representativo que tuviera autoridad para dirimir en diversos conflictos en los intercambios económicos y comerciales de los diferentes países, o al menos como instancia moral como punto de referencia para la opinión pública. Un foro de este tipo sería también conveniente para la coordinación de las ayudas a emergencias, y a los proyectos de desarrollo, y para la supervisión de las ayudas destinadas a gobiernos u otras organizaciones.
- Benedicto XVI en la Caritasin Veritate, nn. 25, 32, 33, demanda un mayor protagonismo del Estado. La economía de mercado requiere un marco institucional, jurídico y político que garantice la seguridad en el ejercicio de la libertad individual y la propiedad, un sistema monetario estable y unos servicios públicos eficientes, evitando la corrupción de los poderes públicos y las fuentes ilícitas de enriquecimiento. El Estado debe vigilar y encauzar el ejercicio de los derechos humanos y ejercer funciones de suplencia en situaciones excepcionales.
- La responsabilidad de las naciones desarrolladas. La ayuda internacional ha de: 1) consolidar sistemas constitucionales, jurídicos y administrativos en países que carecen de estos bienes; 2) reforzar las garantías propias de un Estado de Derecho; 3) consolidar instituciones verdaderamente democráticas (Caritas in Veritate, n. 41). Las ayudas al desarrollo deben evitar crear dependencia, y por lo tanto deben tener un límite temporal, con una frecuente evaluación y un cambio inmediato de estrategia cuando no se alcancen los objetivos propuestos.
- La Caritasin Veritate, n. 17, ve necesario generar un marco cultural y legal que favorezca
una actitud de responsabilidad interna y por lo tanto una concepción cultural del desarrollo. El desarrollo debe permanecer bajo el control del hombre y no debe quedar en manos de unos pocos o de grupos económicamente poderosos en exceso, ni siquiera en manos de una sola comunidad política, ni de ciertas naciones poderosas, sino que debe respetar los derechos personales y la cultura de cada pueblo.
- La actual crisis ecológica precisa no sólo medidas medioambientales o soluciones meramente tecnológicas, sino de una ética global, creando un consenso en valores morales universalmente aceptados. Es fundamental la visión que tenemos de la naturaleza para relacionarnos con ella de una u otra manera y determinar el lugar donde se sitúa la persona humana que no puede perder su identidad en el conjunto de los seres vivos, y tampoco considerar la naturaleza para su propia utilidad sin respetarla. La naturaleza está ordenada y es buena en sí misma, como una realidad creada por Dios, expresión “de un proyecto de amor y de verdad… que el hombre puede utilizar responsablemente para satisfacer sus legítimas necesidades…respetando el equilibrio inherente a la creación misma” (Caritas in Veritate, n. 48).
Benedicto XVI en la Caritas in Veritate n. 11 nos alerta del peligro de reducir la presencia pública de la Iglesia solamente a las actividades caritativas que realiza y defiende la necesidad de que la Iglesia mantenga un constante diálogo abierto y transparente con el mundo actual en todos los ámbitos y en particular en lo que se refiere a la solidaridad entre los pueblos en la búsqueda de nuevos caminos para un desarrollo humano integral.
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