El valor del cuerpo
Posted by antenamisionera en agosto 14, 2013
Fiesta de la Asunción de María – 15 de Agosto de 2013
No cito el autor, porque no estoy seguro donde lo leí. Pero cuentan que un padre de familia fue a visitar a su hijo que había entrado en la Compañía de Jesús. Mientras le pasaban la voz al hijo el superior le enseñó en una sala, los bustos de todos los santos de la Compañía.
El aldeano que tenía mucha filosofía “parda” y mejor humor, le dijo, luego del recorrido:
– Padre, le confieso que santos como éstos puede ser cualquiera.
¿Quién no puede ser santo de la cintura para arriba?
Es posible que el aldeano no supiese mucho de teología pero algo conocía: siempre nos hemos imaginado a los santos sin cuerpo, y sin dientes, porque nadie ve sonreír a ningún santo en el altar.
Todos tienen una cara de cuaresma qué dan pena.
Como si la alegría fuese un pecado.
Digan lo que digan, el cuerpo siempre ha sido considera como el “malo de la película”. La cárcel del alma
O una especie de maleta donde llevamos escondida el alma. Y ser bueno significaba hacerle pasar hambre al cuerpo, darle latigazo limpio, ayunar, y bueno, lo de verlo… “mejor con un ojo” que con los dos. Algo así como si Dios al crearnos nos diese la mitad de nuestro ser buena y la otra mitad mala, peligrosa.
La Asunción: un grito de Dios
Por eso, celebrar la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo, uno respira profundo. ¡Por fin alguien entra en el cielo con un cuerpo! Porque muchos, estoy seguro, de que imaginan que el alma va derechita al cielo y el cuerpo a pudrirse en el sepulcro.
La Asunción de María es el grito de Dios diciéndonos que cuerpo y alma, alma y cuerpo son buenos.
Cuando Dios se quiso encarnar, lo primero que hizo es entrar el cuerpo de María.
Y él mismo asumió un cuerpo como el nuestro.
María no solo le prestó su sí a Dios, también le prestó su cuerpo.
Y Jesús no tuvo ascos de asumir nuestra carne mortal.
Durante nueve meses fue germinando en el vientre de María.
Y nadie se imagine que María le dio el biberón con esa leche moderna que hoy se vende para niños. Lo alimentó, lo amamantó, como cualquier otra madre, calentándolo al calor sus pechos.
Y querámoslo o no, Jesús llevó siempre en su cuerpo la carne de María y la sangre de María. El DNA de Jesús es de María. Y en su resurrección, al volver a su condición divina, Jesús se llevó consigo parte del cuerpo de María en su cuerpo resucitado.
El valor del cuerpo
El cuerpo es parte de nosotros mismos. Sin él el alma no puede existir.
Sin él no podemos comunicarnos.
Sin él no podemos amarnos.
Sin él no podemos expresarnos nuestros cariños y sentimientos.
Sin él no podemos rezar y hablar con Dios.
Sin él no habría encarnación de Jesús. No tendríamos Navidad.
Dicen que Dios hizo al hombre de barro.
Se ensució la manos, pero le salió bonita la cosa.
Dios nunca nos pensó como puras almas. Dios nos pensó como somos.
Pero tan unidos y fundidos la una en el otro, que separados no pueden existir.
Estamos llamados a la eternidad, pero no “salvando el alma” sino en cuerpo y alma.
Porque también allí tendremos cuerpo.
No un cuerpo material, sino nuestro cuerpo glorioso y glorificado.
La Asunción de María en cuerpo y alma al cielo, no es sino un abrirnos a la esperanza.
Primero fue Jesús quien nos abrió el camino.
Luego, María, la Madre, en su Asunción que nos muestra el camino y nos habla de nuestro destino.
No, amigos, Dios no quiere santos de “cintura para arriba”.
Dios no quiere santos de medio cuerpo, tipo foto carnet.
Dios nos quiere santos de cuerpo entero.
De cuerpo entero como Jesús.
De cuerpo entero como María.
Y con una gran ventaja. De que hasta los feos allí seremos bien guapos.
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