Crisis y solidaridad. Aprender a compartir
Posted by antenamisionera en julio 22, 2015
Domingo 17º del Tiempo Ordinario – 26 de Julio de 2015
Evangelio: Jn 6,1-15.
Jesús se encuentra con una multitud de gentes que le esperan. No aciertan a dejarle. Siente una profunda compasión por ellos, “estaban como ovejas sin pastor”. Jesús les hablaba y los discípulos comienzan a preocuparse: “Señor, están lejos de sus casas, ¿cómo darles de comer a tantos? Un joven tiene cinco panes y dos peces ¿qué hacer? No hay dinero para alimentarles”. Jesús responde a la inquietud de los apóstoles: “El muchacho que traiga los cinco panes y los dos peces”.
Parece ridículo, ¿cinco panes y dos peces?, es lo que Jesús pide. La acción de Jesús consiste en hacer que se comparta lo que tenemos. Aquel joven dio todo lo que él tenía. Jesús hizo posible que el compartir lo que cada uno tiene fuera compartir vida con las gentes.
Entonces le ven a Jesús como un profeta, quieren hacerlo rey por este gesto extraordinario, él se marcha a la soledad, como de costumbre.
Los cuatro evangelistas narran esta escena, con la seguridad de que encierra un mensaje singular. Tiene plena actualidad este episodio de la vida de Jesús.
Nosotros sabemos que hoy hay pueblos que están viviendo en situaciones infrahumanas, envueltos en una miseria que en estos últimos tiempos se ha radicalizado aún más. Nosotros estamos viviendo también tiempos de crisis, dificultades económicas, un paro laboral, una falta de trabajo desconcertante, inhumana. Mientras se buscan soluciones que parecen muy difíciles de encontrar, podemos caer en la tentación de abandonar a los más pobres, a los que sufren a su suerte desgraciada.
Dios nos dice en esta lectura de hoy, que los seguidores de Jesús y la humanidad entera, estamos llamadas a “reproducir este signo” de compartir lo nuestro con tantos grupos y tantos pueblos, con tantas familias y personas que no pueden comer, ni pagar la deuda que los empobrece. Otro tipo de lectura e interpretación de este relato no tendría lugar en nuestro mundo.
Es posible que nosotros nos conmovamos como se conmovieron los apóstoles y acudamos a Jesús como acudieron ellos: cómo darles de comer, cómo ayudar a resolver los problemas a tantos que sufren la falta de bienes necesarios para una vida digna.
No nos engañemos, las gentes que sufren, ven la crisis de hoy como un desafío de los «mercados» que se empeñan en disputar a la gente sencilla sus medios de sustento, que son sus salarios, la cuantía de sus pensiones, su puesto de trabajo. La prima de riesgo que suma puntos increíbles y los gobernantes que intentan cargar la factura a sus ingresos mermados. Así lo ven, y no nos engañemos al pensar, que aun sin saber mucha ciencia económica, en el fondo tienen razón.
La actitud de Jesús nos debe hacer pensar para responder a esta inquietud generalizada. Jesús propone que la solución está en la solidaridad. La solidaridad hay que entenderla como un esfuerzo para poner al servicio de la comunidad todo lo que cada uno tiene, y no conformarnos con buenos deseos, con gestos parciales y a veces teatrales.
Dios espera que la solución verdadera venga de todos, de los que sufren, de los que provocan esta crisis y se enriquecen indignamente a costa de los explotados, si, de todos los que se conmueven, de nosotros que lo contemplamos de lejos y que vemos también sufrimientos muy cercanos. Dios nos está interpelando a todos, a ser solidarios. Tengámoslo muy claro. Ningún gesto solidario es vano.
La solución de esta crisis global, nos dicen que estará en que los gobernantes que elijamos estén capacitados y dispuestos para reprimir los robos de los mercados, de los mercados globales, que seamos nosotros capaces de promocionar y elegir a gobernantes capaces de enfrentarse a los mercados, y de prestarles todo nuestro apoyo para que lo hagan.
También son necesarios los gestos modestos, todos son necesarios para despertar la conciencia, para ayudarnos a escuchar el grito del pobre lejano y del cercano para hacernos descubrir la inhumanidad de una humanidad, de una sociedad de bienestar olvidada de los hambrientos de la tierra. Nadie podemos sentirnos ausentes, sin responsabilidad en esta crisis verdaderamente global de toda la humanidad.
Solo en la medida en que se vaya extendiendo el convencimiento de que la vida se nos ha dado no es para hacer dinero, sino para hacernos hermanos, viviremos como hermanos. Solo en la medida en que aprendamos a convivir y a colaborar unos con otros se buscarán las soluciones de convivencia y solidaridad. Es así de simple y de difícil.
Es la solución de Jesús: Jesús al dar gracias al Padre reconoce que todo lo que tenemos nos lo ha dado Dios. Dios Padre de todos los hombres y mujeres, siente lastima, misericordia por sus hijos, Jesús pide la solidaridad entre hermanos: “el muchacho que traiga los cinco panes y los dos peces”. Parece ridículo, pero es lo que Jesús pide. Si sentimos el problema como algo que nos incumbe, si ponemos para remediarlo cada uno de nosotros todo lo que podamos, según nuestras posibilidades, aunque sea poco, estamos en el camino de realizar lo que Dios espera.
Alguien dirá que el verano, las vacaciones, no es tiempo para pensar en todo esto. ¿Por qué no? Mientras haya vida y quienes sufren y mueren entre nosotros, seremos responsables de compartir lo nuestro con todos los seres vivos viviendo como hermanos.
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