Evangelizar a los pobres. Jornada Mundial de las Misiones
Posted by antenamisionera en octubre 17, 2015
Desde hace años, el mes de octubre ha estado especialmente dedicado a la acción misionera y evangelizadora de la Iglesia.
Esta vez lo hacemos en medio de la profunda crisis humanitaria que supone el aumento del número de refugiados que llegan a Europa y que nos ha abierto los ojos frente al sufrimiento de millones de personas y frente al egoísmo insolidario de nuestros países preocupados solo por su propio bienestar.
De ahí que tomen nueva actualidad y un sentido más profundo las palabras del Papa Francisco con motivo de la Jornada Mundial Misionera y que hacía públicas hace unos meses.
Entre otras cosas nos dice: “La misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, es una pasión por su pueblo. Cuando nos detenemos ante Jesús crucificado, reconocemos todo su amor que nos dignifica y nos sostiene; y en ese mismo momento percibimos que ese amor, que nace de su corazón traspasado, se extiende a todo el pueblo de Dios y a la humanidad entera; Así redescubrimos que él nos quiere tomar como instrumentos para llegar cada vez más cerca de su pueblo amado y de todos aquellos que lo buscan con corazón sincero”.
Y más adelante añade: “Hoy, la misión se enfrenta al reto de respetar la necesidad de todos los pueblos de partir de sus propias raíces y de salvaguardar los valores de las respectivas culturas. Se trata de conocer y respetar otras tradiciones y sistemas filosóficos, y reconocer a cada pueblo y cultura el derecho de hacerse ayudar por su propia tradición en la inteligencia del misterio de Dios y en la acogida del Evangelio de Jesús, que es luz para las culturas y fuerza transformadora de las mismas.
Dentro de esta compleja dinámica, nos preguntamos: “¿Quiénes son los destinatarios privilegiados del anuncio evangélico?” La respuesta es clara y la encontramos en el mismo Evangelio: los pobres, los pequeños, los enfermos, aquellos que a menudo son despreciados y olvidados, aquellos que no tienen como pagarte (cf. Lc 14,13-14). La evangelización, dirigida preferentemente a ellos, es signo del Reino que Jesús ha venido a traer: Existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos”.
Jesús tomó partido por los pobres, los marginados, los enfermos y los pecadores. Siempre estuvo en medio de ellos y a ellos dedicó la primera de sus bienaventuranzas y las parábolas de la misericordia, en que aparece la atención de Dios por lo que estaba perdido.
Dios prefiere a los pobres, no porque sean mejores que los demás, sino porque él es bueno, compasivo y defensor de los oprimidos y desheredados. Por eso a ellos se destina preferentemente la buena nueva, el evangelio de la liberación, que el reinado de Dios aporta al hombre.
Si nuestra fe y práctica religiosa fueran únicamente espiritualidad evasiva delatarían un cristianismo y una religiosidad alienantes. No fue ése el modelo de misión de Jesús. Él practicó en grado sumo la oración y la espiritualidad del desierto, pero bajó a la arena de la vida. Su denuncia profética, su opción por los pobres le granjeó el odio de los poderosos, que lo eliminaron porque alteraba el orden social y religioso establecidos. Así corrió la suerte de todos los profetas y testigos verdaderos.
Como afirmaba ya 50 años el Concilio Vaticano II: «como Cristo realizó la obra de la redención en pobreza y persecución, de igual modo la Iglesia está destinada a recorrer el mismo camino, a fin de comunicar los frutos de la salvación a los hombres».
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