Dialogar no consiste simplemente en el hecho de hablar con alguien. Dialogar supone escuchar al otro, comprender su punto de vista, sus criterios, sus razones… Aceptar lo que haya de verdad en el que habla conmigo. Y estar dispuesto a modificar, no sólo mis ideas, sino incluso mis convicciones, si es que veo que el otro me aporta información o motivos que yo no sabía o no he tenido debidamente en cuenta.
De lo dicho se sigue que solamente puede estar capacitado para dialogar quien está dispuesto incluso a renunciar a sus puntos de vista o su visión de la realidad, si advierte que aquel con quien dialoga tiene una visión de esa realidad más completa o más objetiva que la propia. Sólo quien tuviera una visión de la totalidad de la realidad, podría decir que no tiene por qué dialogar con nadie. Pero ocurre que una visión de la totalidad de la realidad no la puede tener ningún ser humano. Porque constitutivamente todos somos por naturaleza limitados, también en esto.
Así las cosas, lo que más dificulta para dialogar es la mentalidad dogmática. Porque cuando se ven las cosas más discutibles como afirmaciones dogmáticas, que, por definición, son indiscutibles, entonces «apaga y vámonos». El diálogo se hace sencillamente imposible. Lee el resto de esta entrada »