Dios es familia
Posted by antenamisionera en mayo 18, 2016
Domingo de la Santísima Trinidad – 22 de Mayo de 2016
En una sociedad competitiva, como es la nuestra, la fiesta de la Trinidad nos dice que Dios es familia. A su imagen y semejanza hemos sido creados. La humanidad está llamada a formar una fraternidad, donde el amor vivido como servicio sea lo fundamental en la relación entre las personas.
Creer en Dios es creer en un determinado tipo de relación con los demás en la vida cotidiana.
A lo largo de los siglos muchos teólogos han escrito estudios profundos sobre la vida insondable de las personas divinas en el seno de la Trinidad, intentando explicar la relación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu.
Jesús, sin embargo, no sigue ese camino. No se trata de “explicar” cómo es Dios… sino de aprender a relacionarnos con Él, y eso –salvo raras excepciones- se aprende en la relación con los demás.
Desde su propia experiencia de Dios, invita a sus seguidores a relacionarse de manera confiada con Dios Padre, a seguir fielmente sus pasos de Hijo de Dios encarnado, y a dejarnos guiar y alentar por el Espíritu Santo. Nos enseña así a abrirnos al misterio santo de Dios.
Para Jesús, Dios no es un Padre sin más. Él descubre en ese Padre unos rasgos que no siempre recuerdan los teólogos. En su corazón ocupan un lugar privilegiado los más pequeños e indefensos, los olvidados por la sociedad y las religiones: los que nada bueno pueden esperar ya de la vida.
Este Padre no es propiedad de los buenos. «Hace salir su sol sobre buenos y malos». A todos bendice, a todos ama. Para todos busca una vida más digna y dichosa. Por eso se ocupa de manera especial por quienes viven «perdidos». A nadie olvida, a nadie abandona. Nadie camina por la vida sin su protección.
Tampoco Jesús es el Hijo de Dios sin más. Es Hijo querido de ese Padre, pero, al mismo tiempo, nuestro amigo y hermano. Es el gran regalo de Dios a la humanidad. Siguiendo sus pasos, nos atrevemos a vivir con confianza plena en Dios. Imitando su vida, aprendemos a ser compasivos como el Padre del cielo. Unidos a él, trabajamos por construir ese mundo más justo y humano que quiere Dios.
Por último, desde Jesús experimentamos que el Espíritu Santo no es algo irreal e ilusorio. Es sencillamente el amor de Dios que está en nosotros y entre nosotros alentando siempre nuestra vida, atrayéndonos siempre hacia el bien. Ese Espíritu nos está invitando a vivir como Jesús que, «ungido» por su fuerza, pasó toda su vida haciendo el bien y luchando contra el mal.
Con su grupo de seguidores, Jesús quiere formar una familia nueva donde todos busquen “cumplir la voluntad del Padre”. Ésta es la herencia que quiere dejar en la tierra: un movimiento de hermanos y hermanas al servicio de los más pequeños y desvalidos. Esa familia será símbolo y germen del nuevo mundo querido por el Padre.
El signo de que creemos en un Dios-Trinidad es el compromiso diario por construir una humanidad donde todos nos sintamos familia, vivamos como hermanos y superemos toda pretensión de ser más que los otros para ponernos a su servicio.
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