¿Quién soy yo?
Posted by antenamisionera en junio 14, 2016
Domingo 12º TO, 19 de Junio de 2016
Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?
Hace dos mil años un hombre formuló esta pregunta a un grupo de amigos. Y la historia aún no ha terminado de responderla. El que hacía esta pregunta era simplemente un aldeano que hablaba a un grupo de pescadores. Nada hacía sospechar que se tratara de alguien importante. Vestía pobremente y los que le rodeaban eran gentes sin cultura. No poseían títulos ni apoyos. No tenían dinero ni posibilidades de adquirirlo. No contaban con armas ni con poder alguno. Eran jóvenes e inexpertos. Dos de ellos morirían antes de dos años con la más violenta de las muertes. Y todos los demás acabarían muriendo en la cruz o bajo la espada.
Eran, ya desde el principio y lo serían siempre, odiados por los poderosos. Pero tampoco los pobres acababan de entender lo que aquel hombre y sus amigos predicaban. Era, efectivamente, un incomprendido. Los violentos le encontraban débil y manso. Los custodios del orden, por el contrario le juzgaban revolucionario y peligroso. Los cultos lo despreciaban y a la vez lo temían. Los poderosos se reían de su locura. Los ministros oficiales de la religión lo veían como un blasfemo y enemigo del cielo. Y es cierto que muchos lo seguían cuando predicaba por los caminos, pero a la hora de la verdad todos, salvo tres o cuatro amigos, le abandonarían. La tarde de aquel viernes, cuando la losa de un sepulcro prestado se cerró con su cuerpo, nadie habría dado un céntimo por su memoria. Seguramente solo su madre le recordaría y su nombre se perdería en el olvido.
Y… sin embargo, la historia, dos mil años después, sigue girando en torno a aquel hombre. Los historiadores –incluso enemigos- siguen diciendo que tales o cuales hechos ocurrieron mil o dos mil años después de su nacimiento. Media humanidad, cuando se le pregunta por sus creencias sigue usando su nombre para denominarse como cristiano. Dos mil años después de su muerte, se escriben cada año más de mil volúmenes sobre su persona. La mitad al menos del arte que se ha producido ha servido para contar su vida y su muerte. Y, cada año, decenas de miles de personas lo dejan todo para anunciar su nombre en todos los rincones del mundo.
¿Quién era, quién fue, quién es este hombre cuyo nombre cruza los caminos del tiempo y del espacio?
En verdad que quien no haya contestado a esta pregunta puede estar seguro que no ha nacido como hombre.
Porque, además, este Jesús exige respuestas absolutas. Uno puede creer o no creer en Napoleón o en Carlos V, pero su vida sigue siendo la misma si cree o si no cree en ellos.
Pero, Jesús, se presenta tajantemente como “el camino, la verdad y la vida” y decía, sin rodeos, “el que cree en mí salvará su vida y el que me ignora la perderá”.
Creer en Jesús no es una curiosidad más. Es algo que condiciona la vida, que supone vivir de una manera u otra.
Un escritor árabe decía que “aquel cuya enfermedad se llama Jesús, ya no podrá sanar jamás”. El amar a Jesús, el amarle en serio, es como una droga bendita que no se puede dejar ya nunca, y que obliga al esfuerzo diario para acercarse a Él y vivir como Él.
La fe en Jesús no es una insignia que se lleva en la solapa. Si alguien cree en Él y sigue viviendo como antes de conocerle, es simplemente que nunca ha creído en Él.
Por eso quisiera plantearme y plantearos a todos una tremenda pregunta:
¿Vosotros y yo, creemos, creemos de verdad en Jesús? ¿Sabemos cuándo recitamos el Credo a qué nos comprometemos?
Dejadme recordar que ésta es una pregunta que todo hombre debe plantearse alguna vez en su vida. Imaginaos que no soy yo. Sino que es Él, en persona, quien te mira a los ojos y te pregunta. ¿Y tú, tú, quién dices que soy Yo?
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