BLOG DE ANTENA MISIONERA

"Mirar con los ojos de los que sufren"

El que se ensalza y el que se humilla

Posted by antenamisionera en agosto 24, 2016

Domingo 22 ciclo C – 28 de septiembre de 2016

Lucas 14, 1. 7-14.

 

En el evangelio de este domingo Jesús nos quiere enseñar a ser sencillos. Cuenta que Jesús entró a comer en casa de un fariseo principal. Sabemos por el evangelio que a los fariseos les gustaba ocupar los primeros puestos y que les hicieran reverencias por las calles. Allí Jesús también notó que los invitados escogían los primeros puestos. Debió parecerle mal. Ya sabemos que Jesús actuaba de una manera muy distinta.

Él mismo había dicho que había venido al mundo no a ser servido, sino a servir. En la última cena se puso a lavarles los pies a sus discípulos ante las protestas de Pedro, que creía que Jesús se estaba pasando. Sabemos que no hizo alarde de su categoría de Dios. Siempre anduvo por los últimos lugares, desde nacer en una cueva, como los más pobres del mundo, hasta morir en una cruz en las afueras de la ciudad.  Nunca toleró que sus discípulos ambicionaran los primeros puestos y proclamó de muchas maneras las preferencias de Dios por los pobres, los humildes, los pequeños y los que más sirven. Ése fue su estilo y así lo enseñó a sus discípulos. Y porque Jesús era así, se le juntaban con gusto los pobres, los pecadores, los despreciados, los niños, los últimos. Nadie le tenía miedo.

No es de extrañar que a Jesús no le gustara aquel día el empeño de los convidados por escoger los primeros puestos. Entonces Jesús puso el ejemplo de una boda en la que uno, por subir de puesto y de categoría, es humillado delante de todos, y asegura que «todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido». Jesús no nos estaba explicando sólo una norma de urbanidad. Nos estaba diciendo que es Dios quien humilla al que se enaltece.

Ahora nosotros podemos recordar que la Virgen María nos hablaba también de un Dios que derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes y que dispersa a los soberbios de corazón. Y en la primera lectura también encontramos un consejo hermoso: «Hazte pequeño en las grandezas humanas y alcanzarás el favor de Dios».

Sin embargo, sabemos que todas estas cosas no se valoran en la sociedad que andamos construyendo. Se valora mucho el sobresalir, el distinguirse, el estar por encima, el ser presidente de lo que sea. Me parece que hasta en la Iglesia de Dios hay demasiadas categorías, escalafones, dignidades y títulos verdaderamente malsonantes. Es que nunca nos ha resultado fácil vivir en humildad. Nos parece que, si nos ponemos entre los últimos, no se nos reconoce en lo que valemos y nos señalarán como unos pobres fracasados. Nunca terminamos de aprender del todo que, en el Reino de Dios, la verdadera grandeza se adquiere en el servicio humilde a los hermanos. Tenemos que hacernos a la idea de que nuestro sitio en la vida no está donde más resplandezcamos, sino donde mejor podamos ayudar y servir a los hermanos.

Jesús decía: «Cuando des un banquete, no invites a tus amigos ni a tus hermanos, ni a tus parientes ni a tus vecinos ricos. Invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos. Dichoso tú porque no pueden pagarte». Los cristianos, como no buscamos que nos paguen con honores ni con vanidades mundanas, podemos andar cerca de los desgraciados del mundo, que no nos pueden pagar.

Cuando hayamos servido a los más pobres, nos pagará el Señor, que paga bien. Nuestro empeño será estar con los últimos, hacernos pequeños, no ser importantes y parecernos a Jesús, manso y humilde de corazón.

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