Dios estás más cerca de lo que pensamos
Posted by antenamisionera en noviembre 29, 2016
Domingo 2º de Adviento A – 04 de diciembre de 2016
Dios está muy cerca. Es lo que te quiero comunicar hoy. Pueden parecer palabras de siempre, pero es la realidad más grande del mundo. Lo repito: Dios está muy cerca.
No sé si se entiende; no sé si esto se puede explicar. Sé que es difícil comprenderlo. Pero Dios está muy cerca.
En esto consiste la predicación de Juan Bautista: anunciar que Dios está cerca. Por cierto, Mateo nos describe la forma de vestir y de comer Juan. Vestido austero. Comida austera, frugal. Vida de silencio en el desierto. Y ya está. Juan Bautista toca lo esencial, dice la verdad, anuncia la novedad. Hay cosas muy sencillas al alcance de la mano: ser capaces de vivir en austeridad en medio de un mundo de consumo; ser capaces de no dejarse revestir de cosas, de no cosificarnos. La verdad tiene sus exigencias e impone un modo de vivir también externo.
A veces nos quedamos mirando hacia dentro y contemplamos nuestros sueños más íntimos: ¡Cómo desearía…! ¡Sería feliz si…! Enseguida añadimos: pero no puedo salir… no puedo cortar…, no puedo dejar mi realidad. Portamos dentro un paraíso, un ideal que, de entrada, damos por descartado. ¿Razón? No podemos mover ni cambiar la realidad que nos envuelve. Juan Bautista apunta una pista: no manda cambiar la sociedad; proclama que hay un paso previo: la conversión personal.
Me sorprende mucho que hoy hombres y mujeres que se llaman creyentes en el Dios de Jesús no sienten la necesidad de conversión. Creen que ya son “buenas personas”. ¿De qué me voy a convertir yo si no hago esto ni lo otro ni…?
Creernos buenos nos está impidiendo ser nuevos, descubrir la necesidad de conversión. Creernos buenos es la postura de los fariseos y saduceos a los que Juan dispara los dardos más feroces de su predicación hasta llamarles “raza de víboras”. No es que no seas bueno; lo malo es que no seas mejor, que te contentes con la meta alcanzada. No es que no seas bueno, es que no escuchas a Dios que te pide nueva conversión. No es que no seas bueno, es que no dejas que el Espíritu te lleve donde Él quiere.
El Mesías no necesita gente buena, necesita personas que se sientan pecadoras, personas urgidas a la conversión. El Mesías no viene para los que ya se sienten intocables y perfectos. Con ésos el Mesías no tiene nada que hacer. Toda esa gente no necesita nada ni a nadie, menos al Mesías. El Mesías necesita personas que cuando escuchan las palabras del profeta, “convertíos”, el corazón se les estremezca y reconozcan su necesidad de cambio de vida. El Mesías necesita personas que se acerquen al desierto o que sientan desierto en su corazón. Él trae palabras que sólo se pueden entender si se está en el desierto, no en el ruido o en el pozo de la abundancia.
Dios está cerca. Sí. Dios está muy cerca de todos aquellos que viven desierto o se sienten pecadores. Dios está muy cerca de todos aquellos que anhelan algo nuevo en su vida. No es posible que Dios esté lejos del corazón que quiere florecer. Dios está muy cerca de todos aquellos que se agachan para tender la mano a sus hermanos.
Una cosa: Dios está cerca solo significa eso, que está cerca; pero todavía hay una barrera de distancia. Cuando sea el tiempo oportuno tendremos que cambiar la frase Dios está cerca por otra: Dios está en mí, dentro de mí. No obstante, que esté cerca ya es una gran cosa.
Sabrás que Dios está dentro de ti cuando seas capaz de convivir con el que te hace la guerra y te pone zancadillas… Ese día proclamarás que el Espíritu del Mesías te ha lavado en agua y en fuego.
Me impresionó hace tiempo lo que escribía el Cardenal Martini: “Nuestra Iglesia es hoy un poco temerosa a la hora de ayudar a quienes se alejan. Es precisa en el establecimiento de los límites, pero no es tan valerosa para extender la mano a quien está fuera de los límites” (En alas de la libertad pág. 33)
Alguien ha escrito que “hoy se necesitan menos sacerdotes y más profetas”. Sin embargo todos estamos más preocupados de las vocaciones sacerdotales que de las vocaciones proféticas. Los profetas son personas “no bienvenidas”. Son “peligrosas”. Sin embargo, en el Adviento, una de las figuras centrales es precisamente la de Juan el Bautista. El profeta del desierto. El profeta que cayó muy mal a los Jefes del Templo.
¡Qué bueno es Dios que no busca justos sino pecadores! Pues a disfrutar de este Dios que nos viene como Mesías.
Deja una respuesta