La no-violencia: el amor incondicional
Posted by antenamisionera en febrero 15, 2017
Domingo 7º – A – 19 de febrero de 2017
Mateo 5, 38-48.
Al escuchar el Evangelio del día de hoy alguien puede pensar: ¡Cualquiera cumple esto! Pero es que Jesús no nos pide cosas imposibles. Tenemos que pensar que algunas palabras de Jesús en este Evangelio no hay que tomarlas tal como suenan; no hay que tomarlas al pie de la letra.
Haríamos el tonto si, cuando nos dan una bofetada, presentáramos la cara para que nos dieran otra. El mismo Jesús no lo hizo cuando fue abofeteado ante Anás, sino que dijo al que lo había abofeteado: «Si he hablado mal, muéstrame en qué; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?». Lo que Jesús nos pide es mansedumbre y que tengamos el corazón limpio de rencor.
Es imprescindible amar, acoger y ayudar a los enemigos repulsivos porque es consigna de Jesús, porque hay que irradiar el amor de Dios a todos los hombres, porque Jesús amó y perdonó a todos, y ahora también nos perdona y ayuda a todos incondicionalmente.
Pero Jesús no lo hizo porque sí, sino por una razón profunda: El amor a los que parecería que presentan todas las razones para ser odiados es el amor más puro, el test de autenticidad de todo “otro” amor. Yo me siento profundamente amado por el amigo que es capaz de amar a sus enemigos, a los seres más degradados.
El amor es esencialmente gratuito, y el amor a los enemigos repelentes está ungido con una total y absoluta gratuidad. En este caso, se ama no a aquél al que debes algo, sino solo y exclusivamente porque sí, por la sencilla razón de que es una persona, un hijo de Dios. Se ama a fondo perdido, como ama Dios. Se ama “divinamente”.
Amar al simpático, al que te ha colmado de favores, al buenazo, al que es adorable, eso lo hace cualquiera. Pero, ¿es amor o complacencia? Madre, lo que se dice madre, no es solo aquella que adora al hijo que es un encanto, que la llena de satisfacciones porque es bueno, sino también aquella que ama al hijo degenerado, que le ha destrozado la vida a disgustos, para regenerarle. Ésa es doblemente madre. Amar a los indeseables es privilegio de los espíritus magnánimos y de las almas grandes. Pagar odio con odio y mal con represalias es revolcarse en el mismo fango que los enemigos. El odio degrada, aunque sea un odio-respuesta a otro odio.
Por lo demás, hay que decir que solo quien ama al enemigo y al indeseable ama de verdad a los amigos. Quien excluye a alguien de su amor es que no ama a nadie; o amamos a todos o no amamos a nadie, porque toda persona reúne las razones básicas y suficientes por las que hemos de amar a los seres humanos. Naturalmente, Jesús no nos exige que sintamos ante quien nos ha robado la billetera o nos ha clavado la navaja lo mismo que ante quien nos ha hecho un regalo y cuida de nosotros. No nos pide la ternura y los sentimientos de alegría que sentimos en presencia de quien sabemos que nos ama. Solo nos pide aceptación, perdón, comprensión y compasión. Sí, compasión porque muchas veces se trata de verdaderos enfermos psíquicos, que temperamentalmente o educacionalmente son unos tarados infelices; por eso precisamente no dejan ser felices a los demás.
La Palabra del Señor nos urge a preguntarnos: ¿Tengo algún resentimiento que no acabo de vencer? ¿Tengo enemistades que no acabo de superar? ¿Cómo intento liberarme de estas esclavitudes? ¿Qué hago por la reconciliación?
Me imagino que más que odios dramáticos, lo que puede darse con más facilidad en nuestra vida es una agresividad inconsciente hacia personas con las que no congeniamos o de las que creemos que son injustas, interesadas y egoístas con nosotros, y a las que no terminamos de acoger y con las que no vivimos íntimamente reconciliados a pesar de nuestras relaciones más o menos corteses. San Juan de la Cruz tenía esta sabia consigna: “Donde no hay amor, siembra amor y cosecharás amor”.
¡Qué sobrehumano es Jesús! ¿Cómo responde a las carcajadas de sus verdugos que se ríen estentóreamente de él porque, por fin, le tienen bien remachado en la cruz, con la carne hecha colgajos y con el cuerpo hecho una pura llaga? “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. ¿No saben lo que hacen cuando llevan meses y meses planeando minuciosamente su muerte? ¡Lo que hace el amor!
Empeñémonos en vivir la tan conocida plegaria de san Francisco de Asís: “Señor, haz de mí un instrumento de tu paz. Que donde haya odio, yo ponga amor”.
Jesús nos llama a «hacer violencia a la violencia». El verdadero enemigo del hombre hacia el que tenemos que dirigir nuestra agresividad no es el otro, sino nuestro propio «yo» egoísta, capaz de destruir a quien se nos oponga.
Es una equivocación creer que el mal se puede detener con el mal y la injusticia con la injusticia. El respeto total a cada hombre y a cada mujer, tal como lo entiende Jesús, está pidiendo un esfuerzo constante por suprimir la mutua violencia y promover el diálogo y la búsqueda común de una convivencia siempre más justa y fraterna.
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