Educar en la interculturalidad y el respeto mutuo
Posted by antenamisionera en julio 25, 2017
Por Santiago Fernández
Nuestro mundo y nuestras sociedades son cada vez más plurales y diversas. Hoy, más que nunca, educar es transformar, modificar, desarrollar. Educar interculturalmente es desarrollar la construcción de una realidad común de convivencia, donde nadie se sienta en posesión de la verdad, en depositario único y universal de la verdad. Donde mutuamente nos enriquezcamos.
Los flujos migratorios constituyen un importante reto y una creciente preocupación para nuestra sociedad. La existencia e incremento progresivo de una sociedad culturalmente pluralista exige una respuesta educativa adecuada en un mundo más diverso desde el punto de vista ético, cultural y religioso.
Nos encontramos ante una sociedad en continua proceso de construcción. Sobre las bases tradicionales se van construyendo nuevas estructuras, gracias a la aportación de las diferentes culturas. En este proceso comparten protagonismo tanto las personas y los grupos que se incorporan como los que ya forman parte de la sociedad de acogida, cada cual con sus características propias y compartiendo un espacio común.
Es un problema sin duda complejo.
Aprender a convivir
Ya en el año 1996 la UNESCO presentó un informe (La educación encierra un tesoro), hablando de los cuatro pilares en los que se debía basar la educación del siglo XXI: Aprender a conocer. Aprender a hacer. Aprender a vivir junto. Aprender a ser.
Aprender a conocer significa adquirir el dominio de los instrumentos mismos del saber para descubrir y comprender el mundo que nos rodea. Se trata de aprender a aprender, y aprender en un ámbito tan complejo como es el intercultural, en el que emociones y percepciones juegan un papel tan importante. Aprender a hacer supone incrementar los niveles de calidad en lo que realizamos. Aprender a vivir juntos es capacitar a la persona para vivir en contextos de diversidad e igualdad, tomando conciencia de las semejanzas y de la interdependencia entre los seres humanos. Aprender a ser significa aprender a desarrollarse como persona, global y armónicamente.
A prender a vivir juntos es un pilar, un reto y una tensión que vamos a vivir y a sufrir las personas, con la seguridad de que estas tensiones influirán en nuestra identidad.
Los inmigrantes son personas
La diversidad que aportan los inmigrantes puede y debe ser un elemento positivo para enriquecer a la sociedad e incrementar las formas en que los ciudadanos perciben y resuelven los problemas personales y sociales.
Los inmigrantes proporcionan a las sociedades que los reciben la posibilidad de tener una visión más completa y enriquecedora del ser humano. Como afirma el maestro violista Yehudi Menuhin: “reconciliar al mundo es demasiado ambicioso, pero al menos se puede formar a los niños para ser respetuosos hacia las diferencias, que son lo único que nos permite aprender. Si todos fuéramos iguales, no podríamos ofrecernos nada unos a otros”.
Es necesario educarnos y educar en una visión positiva de la diversidad cultural. Podemos defender que la recíproca diversidad no es un obstáculo para la vida en común, sino más bien una fuente de enriquecimiento mutuo. La presencia de los inmigrantes no es un problema. Son más bien una necesidad y una oportunidad de enriquecimiento para nosotros. Si no hubiese diferencias, no podríamos entender siquiera quiénes somos: no podríamos decir “yo” porque no tendríamos un “tú” con el que compararnos.
La educación como desarrollo de la personalidad
La educación vuelve a encabezar la lista de instrumentos para vencer uno de los problemas actuales: valorar y respetar la diversidad cultural, étnica y religiosa, superar el racismo en todas sus manifestaciones y favorecer la comunicación y competencia interculturales.
La educación tiene la misión de contribuir a que las personas de este siglo desarrollen las capacidades necesarias para desenvolverse como ciudadanos que viven en una interacción de culturas y en la que son partícipes y conscientes de su interdependencia. Esta capacidad tiene que ver con la adquisición de conocimientos y aptitudes para abordar el tema crucial del reconocimiento de la diversidad en todos los niveles, y donde la interacción es un hecho educativo en sí mismo.
La educación intercultural tendrá que pensar y presentar alternativas para el pleno desarrollo de la personalidad humana en el aprecio y respeto mutuo por las otras culturas y estilos de vida o creencias. Una educación profundamente respetuosa con la variedad de hombres y mujeres diversos que interactúan en nuestra sociedad.
La comunicación entre las personas de diferentes culturas es posible porque ni las culturas son tan fijas que no evolucionen, ni los miembros que pertenecen a ellas son incapaces de reinventarlas y recrearlas en función de dar respuestas satisfactorias para resolver sus propias vidas.
Por ello. Tenemos que avanzar en la construcción de una sociedad intercultural donde las culturas puedan entrar y progresar en un intercambio enriquecedor y en el diseño de un marco de convivencia basado en los valores que todas comparten y que el diálogo entre ellas descubre y potencia. Éste es el gran reto de todas las sociedades contemporáneas, exigencia de la globalización y respuesta coherente a ella.
Este intercambio enriquecedor es fruto de una relación entre personas de raíces culturales diversas: yo y el otro o los otros. No solamente yo. No solamente el otro. Es una relación con el otro visto diverso y no como extraño o enemigo. El intercambio y la interacción entre el Yo y el Otro son los motores de todo crecimiento personal.
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