BLOG DE ANTENA MISIONERA

"Mirar con los ojos de los que sufren"

La historia de una confianza que nace del amor y el compromiso

Posted by antenamisionera en octubre 4, 2017

Domingo 27 T.O. – 8  de Octubre de 2017

 

Evangelio: Mateo 21, 33-43.

 

La parábola del evangelio de hoy es seguramente la más dura directa que quedó recogida por los evangelistas como denuncia contra los dirigentes religiosos del judaísmo.

Pero al mismo tiempo, estas parábolas de la viña esclarecen el amor inmenso que el Padre nos tiene y sus deseos de que, al sentarnos un día en su mesa, llevemos en nuestras manos las huellas de haber participado con Él en su creación. Es la historia de la salvación de la humanidad, Jesús lo enunció en el evangelio de Juan: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que quien crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn. 3, 16), son palabras dirigidas a todos nosotros.

Nos dice Jesús que Dios nos ha creado capaces de trabajar con libertad: capaces de cumplir y también de romper sus deseos, de trabajar en la viña en la que hemos de dar los frutos que Dios espera.

Es la historia de la humanidad que se realiza a plano universal. Cientos, miles de profetas han intentado enderezar esta historia humana, crear un mundo habitable. Hay luchas a muerte entre los que buscan un mundo más humano, más libre, más justo y los que se oponen a él. Muchas veces resulta difícil dictaminar quiénes son las víctimas y los verdugos, quiénes son los trabajadores que Jesús quiere para su viña.

Muchos de nosotros tenemos momentos en que actuamos como buenos braceros de su campo y otros en que nos ciega la ambición; algunos no han podido ir a trabajar, a otros nadie les ha contratado, otros han ocupado cátedras o ambones, otros negocios sucios, otros son “personas de la vida”, durmiendo unos por los huecos en los portales, también las prostitutas trabajando por su vida, y gentes y gentes de “mal vivir”, “chusma indeseable viviendo en la miseria”, como les llaman los “doctores”.

Jesús se acercaba a esas gentes, hoy recorrería los mismos rincones y andurriales. Y andaría también predicando su moral tan poco ritual, Él vivía ante el Padre y también presente en todas las vidas de sus hijos.

Dios quiere frutos en la viña. Él nos habló de ellos con toda claridad: amor realizado en solidaridad, fraternidad, servicio mutuo, justicia a los más desfavorecidos, perdón, amor ante todo. Las crisis económico sociales provocadas por nosotros, no son un fallo de Dios, son nuestros errores, nuestros pecados. Cuando andamos por medio, nada hay seguro, puede ocurrir lo mejor y lo peor: injusticias, codicia, ambiciones, pobreza, paro, niños que mueren de hambre en el regazo de sus madres.

Espera que nosotros organicemos este mundo, la viña; a la vista están los resultados, le devolvemos la muerte de su hijo.
Pero Dios ha apostado por nosotros para trabajar su viña, somos su riesgo, pero sigue confiando, somos sus hijos. Hoy nos pide que reflexionemos.

Sería interesante imaginar cómo Jesús pondría hoy al día esta parábola tomando en consideración nuestra historia, la historia de nuestra sociedad de bienestar de la que todos formamos parte, y también la historia de nuestra Iglesia que tanto da a algunos qué pensar y de qué hablar.

Al fin de la parábola Mateo añade: “Cuando los jefes de los sacerdotes y los fariseos oyeron estas palabras, comprendieron que Jesús se refería a ellos”.

¡Ojala fuera siempre así! Ojala que cuando oigamos una palabra justa de condenación, de crítica, de denuncia desde los más altos jerarcas hasta el último de los ciudadanos, también tuviéramos nosotros la lealtad de reconocer: “va por nosotros, va por mí”. Al hijo del señor de la parábola decidieron matarlo, qué hubiéramos hecho nosotros, posiblemente no nos atrevamos a decirlo.

 

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