BLOG DE ANTENA MISIONERA

"Mirar con los ojos de los que sufren"

Cuando un Dios “humano” resulta peligroso

Posted by antenamisionera en noviembre 23, 2017

Fiesta de Cristo Rey – 26 de Noviembre de 2017

Evangelio: Mt 25, 31-46.

La  vida humana no tiene fecha de caducidad, pero un día terminará. Jesús no hará a cualquier hombre que llegue hasta él muchas preguntas, solo una: cuál ha sido su comportamiento ante el sufrimiento del ser huma­no. Y no les podrá servir de disculpa el decir que no conocían el proyecto de Jesús, o que no sabían que lo que hacían los seguidores de Jesús era la voluntad de Dios; ni siquiera les valdrá decir que no habían tenido la oportunidad de conocer a Dios. No servirán esas disculpas. Ni tendrían sentido: por­que lo que Jesús preguntará a los hombres no será si se han puesto de la parte de Dios, sino si han estado del lado del hombre.

Cuando abramos los ojos y podamos ver la realidad ¿no será ya un poco tarde? Todos andamos buscando a Dios. Todos preguntamos dónde encontrarle. Y Dios nos dice a todos: “No seáis tontos. Si cada día estoy a vuestro lado y me cruzo en vuestro camino y todavía andáis preguntando dónde estoy!”

 

Buscar en lugares equivocados

            Muchos recordará  el cuento de aquella mujer a la que se le cayó una moneda en la cocina y ella la andaba buscando en la calle. Alguien que pasaba por la calle le preguntó que le pasaba y se puso a buscar la moneda con ella. Después de un buen rato le preguntó: “Señora, ¿dónde se le cayó la moneda?” Ella respondió: “en la cocina”. “Y ¿por qué la busca en la calle?”. Porque la cocina esta oscura y en la calle hay mucha más luz”. ¿No nos sucederá a nosotros algo parecido?…

Dios nos dice que está en los que tienen hambre. Y nosotros empeñados en buscarlo en los que están hartos de todo.

Dios nos dice que está en los que tienen sed. Y nosotros empeñados en buscarlo en los que les sobra el agua y abundan las cajas de cerveza.

Dios nos dice que está en los desnudos. Y nosotros empeñados en buscarlo en los que visten bien y a la última moda.

Dios nos dice que está en los inmigrantes y forasteros. Y nosotros empeñados en buscarlo en los que viven en los grandes y elegantes edificios de nuestras ciudades.

Dios nos dice que está en los enfermos. Y nosotros empeñados en buscarlo en los que tienen muy buena salud.

Dios nos dice que está en los ancianos que viven rumiando su propia soledad. Y nosotros empeñados en buscarlos en los que viven bien acompañados y divirtiéndose en las grandes tertulias.

 

Dios tiene un lugar y una mirada diferente

            Por ese camino nunca podremos dar con él. Nunca podremos encontrarlo. Porque mientras la moneda está en la cocina, nosotros nos dedicamos a barrer la calle y encender todas las luces fuera.

En el Reino de Dios las cosas hay que verlas y mirarlas de otra manera. Porque Dios no está donde nosotros lo imaginamos sino donde él prefiere y le gusta estar y manifestarse.

En el Reino de Dios las cosas son distintas. Siempre lo buscamos donde no está.

Lo tenemos cada día en nuestras propias narices y luego nos quejamos de que Dios se hace invisible y se esconde.

La gente no es mala. Sencillamente que no ha aprendido a ver con los ojos de Dios. Por eso estos personajes de la parábola se quedan todos sorprendidos y todos dicen lo mismo:

¿Cuándo te vimos con hambre?

¿Cuándo te vimos con sed?

¿Cuándo te vimos desnudo, forastero o en la cárcel?

Nos imaginamos que el lugar de Dios tiene que ser la Iglesia. Pero ni se nos ocurre que Dios pueda estar en la cárcel. O que Dios pueda estar desnudo y tener hambre. O que esté triste o enfermo, o pidiendo limosna a la puerta de la Iglesia.

Dios empeñado en encarnarse. En hacerse visible en nuestra condición humana.

Y nosotros empeñados en deshumanizar a Dios y hacerlo solo divino.
Dios empeñado en revelarse como hombre y en los hombres.
Y nosotros empeñados en querer verle en su rostro divino.

A nuestra respuesta de “¿Cuándo te vimos?” Dios tiene otra respuesta: “Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”. ¡Vaya chasco! ¡No ver a Dios cuando lo que abundan son los rostros de Dios en el mundo!

 

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