CUANDO LOS POBRES Y “DESPRECIABLES” RECONOCEN A DIOS
Posted by antenamisionera en diciembre 28, 2017
Fiesta de Santa María Madre de Dios – 1º de enero de 2018
Evangelio: Lucas 2, 16-21.
El, 1 de enero, se nos juntan varias cosas para celebrar: la Fiesta de Santa María Madre de Dios, el comienzo de un nuevo año y la Jornada de Oración por la Paz.
Sin duda la fiesta de María es la más importante para la Iglesia. Pero, como tantas veces la liturgia es desconcertante.
Lo primero que llama la atención es que para celebrar la fiesta de la Madre de Dios (nada menos que eso), la liturgia nos recuerda que Dios vino a este mundo en circunstancias, no solo humildes, sino vergonzosas. Nació en un “establo”. Y lo acompañaron unos “pastores”, que no eran vistos como “pobres”, sino como “ladrones” y “tramposos”, gente despreciable. Estaba prohibido comprarles lana, leche o cabritos.
Se sabe que para la gente del siglo l el valor supremo no era el dinero, sino el honor. El Dios de Jesús se presenta en este mundo despojado de ambas cosas. El Dios de Jesús no aparece en el mundo revestido de poder y majestad. Ni puede ser representado por quienes van por la vida revestidos de poder y majestad. Los pobres que no encuentran posada (María, José), los tramposos despreciables (los pastores) son los que dan “gloria y alabanza” a Dios.
El nombre de Jesús significa “Dios nos salva. Y el sentido es claro: la salvación no está en el dinero, el poder y el honor. Está en aquello que el sistema desprecia: lo que representan María, José y los pastores. El dinero, el poder y el honor nos han metido en la crisis que brota de la codicia. La solución no está en recomponer el sistema, sino en recuperar el Evangelio. El mensaje del Papa para esta Jornada de Oración de la Paz tiene como lema: “Migrantes y refugiados: hombres y mujeres que buscan la paz”, y dice: “Observando a los migrantes y a los refugiados, esta mirada sabe descubrir que no llegan con las manos vacías: traen consigo la riqueza de su valentía, su capacidad, sus energías y sus aspiraciones, y por supuesto los tesoros de su propia cultura, enriqueciendo así la vida de las naciones que los acogen. Esta mirada sabe también descubrir la creatividad, la tenacidad y el espíritu de sacrificio de incontables personas, familias y comunidades que, en todos los rincones del mundo, abren sus puertas y sus corazones a los migrantes y refugiados, incluso cuando los recursos no son abundantes. Por último, esta mirada contemplativa sabe guiar el discernimiento de los responsables del bien público, con el fin de impulsar las políticas de acogida al máximo de lo que «permita el verdadero bien de su comunidad», es decir, teniendo en cuenta las exigencias de todos los miembros de la única familia humana y del bien de cada uno de ellos”.
Es bueno que comencemos el año poniendo nuestra confianza en Dios. Creer en la fuerza del amor. Hemos de sentirnos llamados a llenar nuestro corazón de amor, no de violencia, ni de odio; de ternura, no de agresividad; de diálogo, no de cerrazón. Así podremos participar de verdad de la Navidad, que Cristo quiso que estuviera presidida por un cántico de paz.
Detengámonos algún momento en estos días en silencio y acerquémonos a Jesús Niño con la actitud orante y contemplativa de María y José, como dice Lucas: “María guardaba todas estas cosas en su corazón”, quizás lleguemos a comprender por qué el corazón de un creyente debe sentirse seguro y estar rebosante de alegría y paz en estos días de Navidad.
Y que recaiga sobre nosotros la antigua bendición de Aarón: “El Señor nos bendiga y nos proteja, ilumine su rostro sobre nosotros y nos conceda su favor. El Señor se fije en nosotros y nos conceda la paz”.
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