BLOG DE ANTENA MISIONERA

"Mirar con los ojos de los que sufren"

¿DÓNDE ENCONTRARNOS CON DIOS?

Posted by antenamisionera en febrero 28, 2018

Domingo 3º Cuaresma – B – 4 de Marzo de 2018

Juan 2, 13-25.

 

Dios no cabe entre cuatro paredes por mucho que en el transcurso de los siglos lo hayan intentado encerrar los manipuladores de la fe de los pueblos. Dios solo cabe en el hombre; en el hombre que, por amor, entrega y gasta la vida por la libertad de sus semejantes. Y en los grupos de hombres en los que ese amor es la característica que los identifica.

A veces imaginamos un Jesús absolutamente pacífico. Pero hoy hemos leído una narración en la que Jesús se muestra claramente enérgico, activo. De ello no podemos deducir que fuera partidario de la violencia, pero sí que ante ciertos hechos Jesús, ni se limitaba a hablar, sino que actuaba con fuerza, con eficacia.

Pero ¿qué provoca la actuación de Jesucristo? Es el respeto hacia aquella prohibición de la Ley de Moisés: «No tendrás otros dioses frente a mí». Nosotros proclamamos que solo tenemos un Dios, pero de hecho tenemos también otros dioses, nuestros ídolos, nuestros absolutos. Y pretendemos combinarlo todo. Contra esta trampa es contra la que protesta Jesús. Protesta contra cualquier utilización del nombre de Dios, del culto de Dios, de la palabra de Dios, de la Iglesia de Dios, en provecho nuestro. Y esto, reconozcámoslo, es el pan nuestro de cada día.

Convertir el templo en lugar de negocios es lo mismo que utilizar la Iglesia para fines políticos o la misa para tranquilizar la conciencia, o las palabras del Señor para defender posiciones personales. Estos y otros muchos ejemplos podríamos hallar.

Siempre hay en ello una trampa, un pretender servir a Dios cuando en realidad nos servimos a nosotros. Ponemos a Dios a nuestro servicio. Contra esto Jesús es absolutamente radical.

 

Dónde está el templo de Dios

Pero la actuación de Jesús va más allá. Si no tolera que la relación de amor entre Dios y el hombre se prostituya en negocio interesado, sin embargo, no se limita a esta purificación.

Anuncia un camino nuevo en esta relación amorosa entre Dios y el hombre. Ya no será un edificio, un templo, el lugar del encuentro  del hombre con Dios. Será el mismo hombre el templo, es decir, el hombre es donde se encuentra Dios y donde el hombre puede encontrar a Dios.

Y ante todo, este templo nuevo es el mismo Jesús, porque en él se realiza plenamente esta presencia de Dios en el hombre. Él es el Santuario de Dios que será destruido -por la violencia de los hombres- pero enseguida levantado por la fuerza de Dios. Para los cristianos ya no hay templos: éste, es un lugar de reunión para la comunidad de creyentes, pero que nada significaría si no celebráramos aquí las palabras y los gestos de Jesús. En Él entramos en comunión con Dios; no por ir a ésta o aquella iglesia.

Pero Dios está también en cada uno de nosotros, por eso somos templos de Dios, como dice san Pablo. Y por eso oprimir, despreciar, maltratar a un hombre, es un sacrilegio, porque cada hombre es templo de Dios. Es en el hombre en quien es oprimido, despreciado, maltratado un Dios que está presente en el hombre.

 

Ésta es nuestra fe

           La segunda lectura y el evangelio nos han advertido también de un peligro de nuestra fe. Nosotros creemos, pero a menudo nuestra fe es debilucha. Y quizá imaginamos que si viviéramos signos prodigiosos o halláramos explicaciones absolutamente claras, entonces sí que nuestra fe sería más robusta. Pero la fe cristiana no se basa en signos -en milagros- ni en muchas razones sabias. «Nosotros predicamos a Cristo crucificado, dice san Pablo, «él es fuerza y sabiduría de Dios».

¿Qué quiere decir Cristo crucificado? El  mesías es alguien que quiere establecer el Reino de Dios, el Reino de la verdad y del amor, de la justicia y de la libertad, el Reino de la vida y vida plena. Pero Jesús no establece este Reino por el camino del triunfo, del poder que oprime, de los milagros que desconciertan, como tampoco por el camino de los razonamientos, de la ciencia que se engrandece. Su camino es el de la fidelidad a lo que el Reino es, aunque esta fidelidad lleve por un camino de sacrificio, de cruz.

Precisamente porque es camino de fidelidad, de verdad y amor, Dios le da la victoria. Es el misterio de la Pascua y es también nuestra fe. Por eso es también -debe ser- nuestro camino.

La alternativa al templo “cueva de bandidos” es el templo abierto, no ciertamente a las personas perfectas, sino a las personas que quieren vivir en fidelidad, en transparencia y sinceridad y que buscan en Dios no a un “cómplice” dispuesto a cerrar los ojos ante ciertos hechos y conductas, sino alguien que guía por el camino de la rectitud.

Cada persona, toda persona es templo de Dios. Es en nuestra relación con los demás donde manifestamos nuestra auténtica relación con Dios.

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