BLOG DE ANTENA MISIONERA

"Mirar con los ojos de los que sufren"

UN DIOS MUY HUMANO

Posted by antenamisionera en julio 4, 2018

Domingo 14º TO, 8 de Julio de 2018

Evangelio: Mc 6,1-6

La reacción de oposición o de indiferencia que los hombres mantenemos frente a las voces proféticas que abren caminos nuevos, obedece casi siempre a que el profeta se nos presenta bajo apariencias excesivamente humanas.

         El relato evangélico de este domingo hace ver, muy claramente, que el motivo de la indiferencia de los habitantes de Nazaret ante la predicación de Jesús es, cabalmente, que Jesús sea tan semejante a ellos mismos, tan vulgar y ordinario, cuya parentela y origen todo el mundo conoce. Pero los pensamientos de Dios no son como los de los hombres.                                                                                                                           En toda la economía de la salvación, Dios ha querido comunicarse con los hombres a través de instrumentos humanos, muchas veces débiles e imperfectos, pero que, precisamente por ello, son capaces de mostrar toda la fuerza de Dios. Todos debemos ser conscientes de que, de acuerdo con el plan de Dios, siempre somos salvados por medio de unos hombres y a pesar de las deficiencias de estos mismos hombres.

Algunos puntos como para pensar

Dios se hizo uno de los nuestros, y solamente a través de este hombre como nosotros que es Jesús de Nazaret (y no a través de las elucubraciones que podamos hacer sobre la divinidad), podemos llegar a Dios: el evangelio de hoy, en definitiva, contiene en sí todo el misterio del abajamiento de Dios, el misterio de la cruz.                                                                                                                                                                      La fe cristiana no existe al margen de la realidad cotidiana y dura. La fe cristiana está enraizada en el camino humano, es radicalmente humana. Y esto también escandaliza, como en tiempos de Jesús: los hay que preferirían una fe hecha solamente de cosas «celestiales», pero resulta que Dios no se nos reveló «celestialmente», sino humanamente.                                                                                                                               Debemos tener los ojos y los oídos abiertos a todos aquellos que puedan enseñarnos algo, aunque nos parezca que se trata de alguien «de poca importancia», o alguien «que no es perfecto» según nuestros criterios. Por ejemplo, hay algunos no creyentes que pueden enseñarnos solidaridad y fe en el futuro; hay jóvenes que pueden enseñarnos a tener inquietudes y a no valorar tanto la seguridad y la tranquilidad como si se tratara de los valores supremos (vea la segunda lectura de hoy: “2Cor 12, 7b-10”).

Fe y sacramentos                                                                                                                                                                                                                  Una lectura simbólica del evangelio da pie a un tema interesante: Jesús no pudo hacer ningún milagro, ningún signo, porque no había fe; Jesús no podría realizar su acción a través de nuestros signos sacramentales si nosotros no tuviéramos fe. En otros tiempos, una teología sacramental que insistía unilateralmente en la objetividad de los sacramentos quizás hacía olvidar que, sin la fe, nada realizan: del mismo modo que Jesucristo no actuaba mágicamente en sus milagros sino que exigía la fe, igualmente exige la fe en los sacramentos.                                                 El sacramento, en efecto, es el encuentro de la fe viva del hombre que quiere vivir cotidianamente el Evangelio con el signo de la plenitud y la fuerza de Jesucristo. Y, por medio de este encuentro, el hombre crece en el camino de Dios, en el camino de la gracia. Los hombres, para avanzar en el camino cristiano, tenemos necesidad de los signos sacramentales, de los momentos en que se manifiesta visiblemente la fuerza salvadora y gratuita de Jesús de Nazaret.                                                                                                         Pero, ¿qué sentido tendría que nos acercáramos a celebrarlos prescindiendo de nuestra fe y de nuestra vida cristiana de cada día? De nada servirían. Es como cuando una pareja se hacen un regalo: el regalo es el signo, el sacramento de su amor, y el hacerse el regalo les hace avanzar en el amor; pero nada avanzarían si el regalo no fuera al mismo tiempo expresión de la estimación más cotidiana, más real, más de cada momento.

«Cuando soy débil, entonces soy fuerte»                                                                                                   La segunda lectura puede reforzar alguno de los aspectos del evangelio, como hemos indicado más arriba. Pero al mismo tiempo puede ayudar a reflexionar sobre la acción de la Iglesia y sobre los medios de la evangelización.                                                                                               La Iglesia tiene poder. Y muchas veces se creyó (o hemos creído) que este poder era algo bueno para hacer presente el evangelio: tener mucho dinero, dominar instituciones, tener una gran red de influencias… Incluso existe alguna institución religiosa que dice que lo que conviene es ocupar puestos clave en el mundo de la economía o de la política para cristianizar la sociedad… Y no, no es así. Y, sin caer en escándalos ingenuos (como si fuera posible una Iglesia sin organización), conviene, sin embargo, denunciar la mentalidad de la evangelización a través de la fuerza: ¡la evangelización se hace desde abajo!

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