BLOG DE ANTENA MISIONERA

"Mirar con los ojos de los que sufren"

DIOS NO ES “PROPIEDAD PRIVADA”

Posted by antenamisionera en septiembre 26, 2018

Domingo 26 del Tiempo Ordinario – 30 de Septiembre de 2018

Evangelio: Marcos 9, 38-43.45.47-48.

            En el ser humano está la tendencia de apropiarse de las cosas: tierras, playas, mares, ríos, minas, y todo lo que produce riqueza, inclusive de las mismas personas y sociedades. Al lado del apetito de apropiarse de las personas y de las cosas, surgen el deseo de aparecer como absolutos y el afán de reconocimiento.

Para lograr la satisfacción de este bajo instinto se ha utilizado la fuerza, muchas veces acompañada de armas.  Para fundamentarlo ideológicamente se ha echado mano de de la filosofía, de la política, de la religión o de lo que esté de moda. Cuando en Occidente la religión era decisiva en la estructura de los estados, se utilizó para fundamentar la barbarie. Se decía que se debía someter a los infieles con el fin de salvarlos porque fuera de la Iglesia no había salvación; y como según los fundamentos religiosos, sin el bautismo no se era hijo de Dios, entonces muchos no veían problema en matarlos. Hasta se jugaba a matar indios para probar el tiro al blanco.

En nuestra época postmoderna no se habla en nombre de Dios, sino que se utilizan muchos sofismas de distracción. Hoy se despoja, se invade y se mata en nombre de la democracia, de la seguridad nacional, o con el cuento de combatir el terrorismo.

Josué y Juan son versiones antiguas de un fenómeno que se dio y se sigue dando en muchos contextos. Con muchos nombres y muchos argumentos pero, en últimas, con un mismo trasfondo: un fundamentalismo fanático animado por anhelos de apropiación.

Suelen decir que: “Sin ese personaje se vendría abajo el país”, “sin ese gerente la cooperativa entraría en quiebra”, “sin ese caudillo la revolución se acabaría”…  En la parte religiosa no es raro escuchar el reclamo de quienes dicen ser “los legítimos pastores” que defienden el “derecho de Dios” sobre los seres humanos. Dicen vivir en este mundo sin ser del mundo, representar la voz de Dios para los mortales y ser un puente entre lo humano y lo divino. Quien quiera hacer parte de ese grupo selecto de preferidos de Dios y de la virgen María, deberá pasar por pruebas rigurosas en las cuales se evaluará de manera especial la aceptación incondicional de todos los dogmas habidos y por haber, y la obediencia a las sagradas reglas, inspiradas por el Espíritu Santo. 

Jesús no era un maestro legítimo para las autoridades judías. Los “legítimos pastores” del pueblo de Israel se opusieron totalmente a su ministerio. Muchas veces lo cuestionaron por su procedencia, porque era hijo de un carpintero o porque conocían a su mamá y a sus hermanos; porque no era egresado de una gran escuela o porque, según ellos, actuaba en nombre de Belcebú, el príncipe de los demonios. A cada momento buscaban su caída para desprestigiarlo. Finalmente, lo procesaron, lo condenaron a muerte y lo asesinaron en el madero de la cruz, para librarse de ese “pastor ilegítimo”, de ese “falso profeta” que contaminaba el mundo y amenazaba la sagrada estructura religiosa con su “falsa doctrina”.

En las comunidades cristianas no faltó quién quiso adueñarse del proyecto de Jesús y reclamar “derechos de autor” sobre algo que le pertenecía a toda la humanidad y a nadie en particular. El evangelio de hoy nos dice que fue Juan quien dijo: “Maestro, vimos a uno expulsando demonios en tu nombre, y se lo prohibimos, porque no es de nuestro grupo.”

Aquí los cristianos y más los católicos, tenemos que reconocer los errores en los que hemos caído debido a exclusivismos fanáticos. Aquellos tiempos penosos de las cruzadas, de la conquista, de la colonización y de la “santa” inquisición, justificadas ideológicamente con la religión. Hace unos años Juan Pablo II pidió perdón por todos esos pecados de la Iglesia. ¡Qué bueno! Estamos reconociendo que nos equivocamos muchas veces como institución. Que no somos infalibles.

Lo que tenemos que cortar y excluir no es a los seres humanos que piensan diferente y hacen el bien desde otro ángulo. Lo que tenemos que cortar es todo aquello que nos conduce a la muerte: el escándalo de una vida injusta y la acumulación de riquezas a expensas de la explotación del pobre. El lujo, la satisfacción desmedida de necesidades creadas, con el fruto de la trampa, la codicia, del no pago o del pago miserable a los empleados, la condena y el asesinato del inocente (2ª lectura).

Que la gracia de Jesús nos ayude a encontrar caminos para una integración verdadera como Iglesia, como Iglesias, como creyentes y como humanos en general.

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