BLOG DE ANTENA MISIONERA

"Mirar con los ojos de los que sufren"

¿QUÉ TENEMOS QUE HACER?

Posted by antenamisionera en octubre 11, 2018

Domingo 28º TO- B, 14 de Octubre de 2018

Evangelio: Marcos 10, 17-30

En cierta ocasión, cuenta el evangelista Marcos, “se le acercó a Jesús un hombre corriendo, se arrodilló y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar vida eterna?”. Aquel hombre andaba preocupado por su situación en el más allá, por su salvación, por la vida eterna.

“Jesús le contestó: …Ya sabes los mandamientos: no mates, no cometas adulterio, no robes, no des falso testimonio, no defraudes, honraa tu padre y a tu madre”. De entrada llama la atención que Jesús se olvide de enumerar, como condición para salvarse, los tres primeros mandamientos que se refieren a Dios, quien al parecer se contenta con que andemos a bien con el prójimo. Para salvarse sólo se requiere no cometer injusticia contra el prójimo, su vida, sus bienes o su honor.

Aquel hombre, al oír la respuesta de Jesús, dijo: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde joven. Ante esto, Jesús se le quedó mirando, le tomó cariño y le dijo: Una cosa te falta: vete a vender lo que tienes, dáselo a los pobres, que Dios será tu riqueza; y anda, sígueme a mí. La exigencia del Maestro le pareció excesiva a aquel hombre, que “ante estas palabras, frunció el ceño y se marchó entristecido, pues tenía muchas posesiones”.

Era un buen judío, observante de los mandamientos de Dios. Jesús lo había invitado a seguirlo, exigiéndole como condición indispensable abandonar la riqueza, condición que los católicos hemos olvidado llenando iglesias y altares de ricos y santos de las clases elevadas de la sociedad.

Al irse el hombre rico, Jesús aprovechó la ocasión para abundar en el tema y comentó: “¡Con qué dificultad van a entrar en el Reino de Dios los que tienen el dinero!”. “Reino de Dios” indica aquí al grupo de los seguidores de Jesús que cumplen la primera bienaventuranza: “Dichosos los que eligen ser pobres porque esos tienen a Dios por rey”. Es decir: dichosos los que eligen empobrecerse para compartir con quienes menos tienen y renuncian a empobrecer a los demás para tener más.

Y añadió: “Más fácil es que pase un camello por el ojo de una aguja que no que entre un rico en el Reino de Dios”. Dicho de otro modo, es prácticamente imposible que un rico pueda ser seguidor de Jesús o verdadero cristiano. Así de claro y contundente lo dijo el Maestro.

Ante la clarividencia de estas palabras, los discípulos “comentaron completamente desorientados: Entonces, ¿quién podrá subsistir?”. La pregunta no versa sobre quién podrá salvarse como traducen algunas biblias en uso, pues a esto se había respondido ya diciendo que lo conseguiría quien guardase los mandamientos. Se trata más bien de dar respuesta a un problema real: ¿Cómo podrá subsistir el grupo de discípulos renunciando a la riqueza, al deseo de acaparar y poseer? Jesús que comprendió el problema respondió: “Humanamente, imposible, pero no con Dios, porque todo es posible con Dios”.

Humanamente imposible no vivir centrado en el deseo de acaparar y poseer; sólo Dios puede hacer nacer en el corazón el deseo de renunciar a la riqueza. De hecho, algunos de los seguidores de Jesús ya lo habían hecho: “Pedro se puso a decirle: Pues mira, nosotros ya lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. Ahora con estas palabras parece pedir algo a cambio.

“Jesús les dice: Os lo aseguro: No hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por la buena noticia, que no reciba en este tiempo cien veces más -casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras- y en la edad futura vida eterna”. Ésta es la promesa de Jesús a sus seguidores: no echarán de menos lo dejado por él. En la comunidad cristiana encontrarán mucho más de lo que dejaron.

La alternativa que plantea Jesús no deja lugar a dudas: podemos buscar aumentar nuestra riqueza empobreciendo a los demás o podemos empobrecernos para compartir con los que más necesitan y así ir eliminando la pobreza que Dios no quiere para ninguno de sus hijos.

Esta opción: el compartir, es la condición que Jesús pone para pertenecer a su grupo, para ser cristianos.

No busquemos formas de eludir esa disyuntiva en la que nos pone Jesús.

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