BLOG DE ANTENA MISIONERA

"Mirar con los ojos de los que sufren"

Portadores de buenas noticias

Posted by antenamisionera en enero 16, 2018

Domingo 3 T.O.  B – 21 de Enero de 2017

Evangelio: Marcos 1, 14-20.

             ¿Por qué ha dejado Dios de ser Buena Noticia para tantas personas? ¿Por qué su nombre no es pronunciado con más amor y más gozo por los hombres de hoy? ¿Por qué ha quedado vacío de atractivo? ¿Es que Dios los ha defraudado?

Al escuchar la expresión «reino de Dios» pensamos en el cielo. Pues no. El reino de Dios no es el cielo. Porque el reino de Dios no es un lugar, ni el cielo ni la tierra. Es un grupo: el de los que han decidido hacerle caso a Dios y organizarse según lo que él nos dice. Y está allí donde está este grupo.

«Después que arrestaron a Juan llegó Jesús a Galilea y se puso a proclamar la buena noticia de parte de Dios. Decía:

-Se ha cumplido el tiempo, está cerca el reinado de Dios. Enmendaos y tened fe en esta buena noticia».

Juan Bautista acabó mal -¿qué tendrá el mundo de los hombres para que los que buscan mejorar la vida de los demás acaben mal?-. Lo mandó arrestar un rey títere de los romanos, Herodes, al que no le gustaba que le echaran en cara su cara dura. El final de la actividad de Juan marca el comienzo de la actividad pública de Jesús: terminan los tiempos antiguos y da comienzo una nueva etapa en las relaciones de los hombres con Dios: a esa nueva etapa de la historia de las relaciones de Dios con la humanidad se le llama «reino de Dios».

Los antiguos profetas de Israel habían anunciado que Dios estaba dispuesto a intervenir en la organización social de su pueblo para restaurar la justicia que los poderosos habían repetidamente violado. Una y otra vez habían anunciado que Dios estaba dispuesto a mandar un enviado suyo para acabar con el desorden establecido en su pueblo. Por eso las proclamas de los profetas suenan, para los responsables de la injusticia, a denuncia y amenaza; para sus víctimas, en cambio, son anuncio de liberación y felicidad, Jesús empieza su misión anunciando que Dios ha decidido intervenir ya: «Se ha cumplido el tiempo, está cerca el reinado de Dios».

La esperanza en el reinado de Dios era un sentimiento muy extendido en los días en que comenzó Jesús su actividad. Todos decían que el día del Señor, el día en que Dios intervendría de nuevo para el bien de su pueblo, sería un día grande. Todos decían que deseaban ardientemente que ese día llegase cuanto antes. Pero no todos decían la verdad. Los que tenían hambre y sed de pan y de justicia sí que esperaban con ilusión al enviado del Señor; pero los culpables de ambas hambres lo temían. Por eso se pusieron nerviosos cuando apareció el Bautista, y en cuanto tuvieron una ocasión, la aprovecharon para quitárselo de en medio.

Jesús, nada más llegar, se dirige preferentemente a quienes sufrían la injusticia, a los que aguardaban esperanzados al Mesías de Dios: para ellos, el anuncio de su llegada, el anuncio de la cercanía de la intervención de Dios, sí que sería buena noticia. Pero como Jesús no es un ingenuo, sabe que, aunque la gran injusticia es culpa sólo de unos pocos, acaba contaminando a todos o a casi todos los miembros de una sociedad, pues las víctimas acaban adoptando la ideología y el modo de comportarse de sus verdugos, y a la postre, todos cometen pequeñas injusticias o se callan ante las grandes. Por eso Jesús empieza su predicación haciendo suyas las palabras de Juan: «enmendaos».                         Hay que empezar por una liberación personal lo más profunda que sea posible: hay que mirarse por dentro, descubrir hasta qué punto somos responsables o cómplices del sufrimiento de los demás y tomar la determinación de cambiar de actitud y de comportamiento. Y después creer que el proyecto de humanidad que Jesús llama «el reino de Dios» es, en verdad, buena noticia y confiar en que ese proyecto/buena noticia se va a realizar: «enmendaos y tened fe en esta buena noticia».

«Al pasar junto al mar de Galilea vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, que echaban la red en el mar, pues eran pecadores. Jesús les dijo: -Veníos detrás de mí, y haré que seáis pescadores de hombres. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago… y a Juan… e inmediatamente los llamó».

Lo que Jesús nos quiere comunicar no es un método para alcanzar la perfección individual. La nueva realidad no es sólo el ser más buenos. La de Jesús es una empresa colectiva, es un proyecto para organizar la convivencia. Por eso empieza buscando un grupo de personas que acepten su proclama, que vivan con él y, después de conocerlo y de experimentar la bondad de aquella noticia, se conviertan en impulsores de esa empresa colectiva, el reino de Dios. Ellos tendrán que proponer a otros hombres el proyecto de un mundo de hermanos -éste podría ser otro modo de llamar al reino de Dios-, ellos tendrán que ser pescadores de hombres: portadores de la buena noticia para ofrecerla a todos los que tengan hambre y sed de pan, de paz, de igualdad, de justicia, de amor…, invitándolos a organizar entre todos el mundo de tal modo que todas esas hambres encuentren hartura. Deberán ser buena noticia para que el mundo pueda llegar a ser fuente de buenas noticias.

A nosotros compete hoy esa tarea, pero es posible que un día nos pidan cuentas por habernos presentado como portadores de la buena noticia (evangelio = buena noticia) y nos hayamos dedicado a dar malas noticias, pues la peor noticia para este mundo sería que el reino de Dios es asunto de otro mundo.

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