Por José Antonio Pagola
Voy a tratar de situar el contenido y el alcance de mi ponencia haciendo unas breves anotaciones:
«Espiritualidad» es una palabra desafortunada. Casi siempre se la vincula con la religión, y para muchos significa algo alejado de la vida real, algo inútil que no se sabe exactamente para qué puede servir. Lo que interesa es lo concreto, lo práctico, lo material, no lo «espiritual».
Sin embargo, el «espíritu» de una persona es algo muy valorado incluso en la sociedad actual, pues indica lo más hondo de su propio ser: sus motivaciones últimas, su ideal, la pasión que lo anima, la mística por la que vive y trabaja, lo que contagia a los demás, lo que esa persona va poniendo en el mundo.